BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

martes, 28 de septiembre de 2010

LA FERIA HA COMENZADO



Entre San Miguel y San Francisco, Úbeda se empareda en la Feria. Quiere decir que Úbeda, entre el 29 de septiembre y el 4 de octubre, tiene firmado, desde hace más de siete siglos, el compromiso de divertirse, si es posible, a todo trapo, durante una semana larga, durante una semana «chorreada».

Y a eso es a lo que íbamos. A eso es a lo que vamos.

La alegría, está bien. En ciertos días y en ciertas ocasiones es casi una obligación. Úbeda, pueblo que desde 1234 –o si quieren ustedes, desde los tiempos de Maricastaña– es una ciudad grande, buena y bonita –aunque rarísimas veces barata– que día a día mejora, que trabaja, vive, sufre cuando se presenta y cuando se presenta, baila... Úbeda, digo, ciudad que desea, reza, piensa para seguir siendo y se despreocupa los domingos y días festivos para poder continuar pensando y trabajando..., alza en los umbrales otoñales sus banderas mejores: sus optimismos, quiero decir. Y a despecho de sequías y de posibles malhumores –que son también sequías, sequías del alma– se dispone a gitanear un poco en el mejor sentido de la palabra, haciendo honor a sus apellidos –reina y gitana– que le concedió Antonio Machado. Es lo bueno de nuestro pueblo: tiene a la par una nobleza cristiana y una morena antigüedad de bullicios de «pena, penita, pena». Es reina y gitana, justamente. En bien repartida dosis. Eso es un buen antecedente para que sus alegrías tengan, por lo menos, estén obligadas a tener, una honda finura. Que suba, sí, la alegría como una espuma, pero que la espuma no borre el tipo ni amengüe la figura. Que nos divirtamos, pero que no fastidiemos: que nunca se corrompa en sucia y vomitada ordinariez o grosería el limpio salto –surtidor– de una frescura de ánimo que brota desde San Miguel hasta San Francisco, para que todos, en buena concordia, en generosidad, aupemos nuestros júbilos y levantemos nuestros gozos. Porque es así como haremos de la Alegría un servicio y de la Fiesta una perdonanza para esos malos humores, para esas asperezas en el trato de todos con todos que, a veces, quizás, nos amenazan.

Mirad que han salido los Gigantes y Cabezudos. Mirad que vienen los gigantes y los cohetes dan al aire su alegre estampido de gracia, de ironía, de broma. He aquí que los gigantes nos llegan diciendo: Que todas vuestras inventadas altiveces, que todos vuestros gestos de personas presumidas, empiecen –porque ya es hora– a pareceros, como los nuestros, gestos pintados, gestos ridículos, gestos de cartón. Nosotros, gigantes, lo que venimos a traeros con la Feria, es una invitación a la reflexión, una invitación a la humildad. Desnudaros de vuestra vanidad, de vuestro cartón, de vuestros zancos, porque pequeños somos todos: nosotros bajo nuestra máscara y vosotros bajo vuestras ansias de riqueza, de poderío, de dinero, de placer. Mirad que los cohetes suben y estallan sin hacer daño a nadie, fomentando alegres bandadas y desbandadas de pájaros, pero sin herirlos con escopeta. ¿Por qué no se resuelven en estampido y en juegos de color, como los fuegos artificiales, todas vuestras rencillas o vuestros odios, que suelen empezar por poco, pero si empiezan es para no terminar?

En fin, Ubetenses, la Feria está aquí. Que sea para todos la Fiesta. Y que la feria vaya por dentro, que circule por el interior de cada uno, sin limitarse a sonar por fuera. Idce el refrán que «cada uno habla de la Feria según le va en ella». Que todos podamos hablar bien de la Feria y Fiestas de San Miguel 1976. Suba la espuma, pero, señores, que el descorche de la feria se haga con destreza: que no manche a nadie.

Suba la espuma, pero que la espuma, luego, no se haga vómito.

La Feria ha comenzado. ¡¡¡MÚSICA!!!

(Pregón de Feria de 1976)

(Fotografía: Alberto Román)

lunes, 27 de septiembre de 2010

¡¡¡UBETENSES!!!



A Nicolás Berlanga, que hoy cumple el deber de
pregonar la Feria de San Miguel 2010


«San Miguel» se repite. ¿Se repite «San Miguel»? La feria está aquí. Siempre antigua y siempre nueva. Con demasiados recuerdos para unos. Con plurales esperanzas para otros. Pero siempre, en Úbeda «San Miguel» es un rebato para la alegría. Ahora como siempre, y ahora más que nunca, es precisa la alegría y el buen humor que desarruga los gestos y suaviza en agilidad los resortes del corazón.

Úbeda es pueblo de verdad. Ser pueblo es juntar, sumar almas en un alma grande y mejor que aúne todo lo bueno de cada alma. Ser pueblo es disponer de un legado, de una herencia del pasado. Pero una herencia que no se congela, sino que se dispone a nuevas e incesantes rentas. Ser pueblo es estar comprometido, al par, con el pasado y con el futuro, con lo que fue y con lo que será.

Úbeda, al llegar «San Miguel»; Úbeda, bajo el patrocinio del Arcángel, quisiera afirmar sus valores. Y para ello, además del alto auxilio, reclama en su ayuda el optimismo. La alegría que consigue fraternidades auténticas y la nobleza que borra fronteras y nos hace más personas. Ser persona es, reconocerse, a la par, individuo y gente. Es agrandar la dimensión íntima como medio y expediente para alcanzar, precisamente, la dimensión social.

Úbeda en «San Miguel» hace del ubetensismo una superior categoría. En «San Miguel», el viejo campanón del reloj de la Torre de la Plaza, fundido en 1562 por Juan de Valavara, nos enhebra a todos, vivos y muertos, viejos y jóvenes en una común alegría. Tanta alegría, que pueda ser capaz de ilusionarnos en una común empresa.

¡¡¡UBETENSES!!! ¡¡¡LA FERIA HA COMENZADO!!! ¡¡¡MÚSICA!!!

(Pregón de Feria de 1977)

(Fotografía: Rafael Merelo)

sábado, 11 de septiembre de 2010

¡A DESPEDIR A LA VIRGEN!




DIARIO DE LA CIUDAD

Día 9.– Y mientras esta campana vetusta del reloj municipal llame con su lengua sápida de siglos, en la madrugada del nueve de Septiembre, a todos los ubetenses de buena voluntad; mientras, en la lonja de Santiago, el alba convoque la espontánea Asamblea de amor, esta «Despedida a la Virgen», hay motivos para creer que Úbeda continúa. Todos los años, los buenos hombres de la tradición dirán: «Más gente, más gente este año que nunca». Y la bulla espesa y anónima, sin pretensiones ridículas de folklorismo, afluirá a la Torrenueva, al Molino de Lázaro, donde el «predicador de la novena» pronunciará unas palabras que intentarán herir el punto álgido de la emoción. Y después, la aldea endomingada –¡clara Santaolaya de nuestros días infantiles!–, revivirá añoranzas. Y a mediodía correrá en las botas repletas el vino de «Correpanes» entre sabrosas tajadas. Y la Virgencita –ya pastora– se hundirá en su santuario del Gavellar para apacentar oraciones lejanas...

Sí, cada año, al llegar el nueve de Septiembre, nos invade la confortante sensación de que Úbeda continúa.

(Publicado en la Revista VBEDA, año 6, Núm. 69, septiembre de 1955)

(Publicado bajo el pseudónimo de Anselmo de Esponera)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

DESDE ÚBEDA: CARTA A LA OTRA ORILLA




Para Antonio Pasquau

No sé, querido Antonio si, desde la otra orilla ya, de alguna manera lo sentiste. Pero a mi regreso a Úbeda, cuando tú ya te habías ido, he estado una tarde de septiembre en el cementerio, pensando al lado de la tumba mi oración. La pajarería de los cipreses daba su adiós al día mientras el sol tendía sus últimos relumbres sobre las tapias y las cruces. Yo debí distraerme un poco, porque de pronto, advertí que el conserje acababa de cerrar la puerta de la verja y agitaba sus llaves. Tuve que gritarle para que me abriera. Es que hay momentos en que la visita al camposanto también retiene y sus sugerencias melancólica y dulcemente –extrañamente– nos acosan.

Ahora quiero repensar lo que en este ocaso te dije sin palabras. Pero con palabras es difícil, muy difícil. Acongoja la cortísima distancia entre la vida y la muerte. Pero es que de la muerte no vemos nada más que el fin. ¿Dónde y en qué momento empezamos a morir? ¿Acaso podemos saberlo? Siempre, querido Antonio, has sido para todos, y especialmente para la familia, un archivo inagotable de recuerdos. Porque en ti los recuerdos seguían con perfil y vivos. Por eso jamás perdiste un no sé qué de reflejo de niñez. En tu potente, derrotada –y a pesar de eso arbolada– no te desprendiste jamás del niño que recordaba a la abuelita (tú todavía empleabas con regusto de antiguo chiquillo mimado esa palabra), sentada allá en los primeros años veinte en el «patio de la calle Trinidad». Era sorprendente ver conjugada en tu persona el estambre fino de mil evocaciones que todavía no perdían su forma con el abundante, vario, heteróclito y a veces descomunal formato de los sucesos mil que tramaron tu existencia. Hay quienes se apresuraron a perder sus raíces y a hacer una almoneda de sus vivencias pasadas, ávidos en todo momento de lo novedoso que se arrojará mañana al cesto. Tú, Antonio Pasquau –tan profundamente inmerso en la vida, hastiado de plenitudes, náufrago que no se rinde, coloso e infante, tremendo y tímido, enlutado y fáustico– no renunciaste a tu origen y se cumplía en tu cuerpo roto y enfermo aquella sentencia de Quintiliano: «Los vasos conservan siempre el sabor del primer líquido que contuvieron». Y así, tu mejor honor era tu apellido y los recuerdos familiares tu más querido tesoro.

Y hoy, Antonio, día de la Virgen de Guadalupe, la Patrona de Úbeda, en la Fiesta Mayor de Santa María he vuelto a estar en comunión íntima contigo. Cada mañana hasta ahora con tu paso lento y difícil, antes de incorporarte a tu trabajo, llevabas al a Virgen tu oración. Era una cita que te impusiste años atrás y jamás has faltado. Como no faltabas a ninguna ocasión solemne de Úbeda: a tu procesión de «La Humildad», a la subida de «La Soledad», a los toros de las corridas de San Miguel en el palco de los asesores; a los «sucesos» que demandaban la noticia para la agencia «Logos» por medio de tu pluma... Cómo tu presencia en las «ocasiones» gloriosas o grises de tu pueblo, hallaba siempre en ti aparte de la noticia escrita, el comentario de palabra ante tus amigos, la glosa llena de humor, el «picotazo» a veces cáustico, pero en ningún momento desangelado.

Día de la Virgen de Guadalupe. Hoy –te repito– he sentido en Santa María ese escalofrío que une a los ubetenses cuando el himno de don Victoriano –«Siempre, siempre la invicta Patrona»– salta airosa, vibrante y audaz llenando las bóvedas del templo y ensartando evocaciones, ungiendo rezos y despertando júbilos. Úbeda es un pueblo de tradiciones que no mienten y el 8 de septiembre es excelente fecha para encontrarnos; para estar juntos de una manera auténtica, a pesar de intangible, todos los de una u otra orilla que obedecemos a unos mismos resortes. De una a otra orilla, querido Antonio, la barca está dispuesta y nunca amarrada. Ayer en el camposanto y hoy en Santa María lo estoy viendo: no formamos los vivos y los muertos dos ciudades separadas. Descansa en la paz que Dios te haya concedido. Ya ves que mientras, aquí todos seguimos, a brazo partido, con la lucha de cada día. Todos morimos de nuestra muerte: morimos solos. Todos vivimos de nuestra lucha: en el último fondo otra soledad.

No sé, querido Antonio, de qué manera, de qué forma, Dios te permitirá oír desde la otra orilla a tu primo Juan.

(Publicado en JAÉN el 11 de septiembre de 1977)

martes, 7 de septiembre de 2010

DÍA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE




DIARIO DE LA CIUDAD

Día 8.– Fiesta grande de la Virgen pequeña. Muy de mañana, Santa María de los Reales Alcázares se perfuma de nardos y de comuniones. Aflora este día en el ubetense, si es hombre, el niño que lleva guardado, encerrado, dentro. Los recuerdos fragantes le abren paso... Luego, a las once, Santa María se exhorna de oficial empaque: Ayuntamiento bajo mazas, Misa de Perossi y sermón-panegírico mientras afuera, la monumental plaza, estimulada de campanas, estremecida de cohetes, presta una resonancia imperial a la solemnidad ancha. Y por la tarde, procesión. han envejecido o han muerto los devotos de la Virgen de Guadalupe de antaño; pero el relevo, ha llegado puntual. Siempre alrededor de las andas de Nuestra Patrona hay una fervorosa competencia de hombres fuertes, de pechos vibrantes. ¡Aupa! ¡Aupa la Virgen de Guadalupe!

(Publicado en la Revista VBEDA, año 6, Núm. 69, septiembre de 1955)

(Publicado bajo el pseudónimo de Anselmo de Esponera)