BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

miércoles, 21 de abril de 2010

ESTUDIO Y LECTURA



Se ignora generalmente el proceso mediante el cual nos aficionamos a alguna cosa ¿Cómo se aficiona uno, por ejemplo, a la lectura?. Quizás la afición literaria va condicionada por la desafición a otras cosas. En todo caso, rara es la persona que, en alguna época de su vida por lo menos, no ha sentido la necesidad de comunicarse espiritualmente con esos mundos más o menos inéditos de los poetas, de los escritores o de los literatos. Pero he aquí la cuestión: puestos en coyuntura, en el apremio o en el simple deseo de leer, ¿qué hemos elegido cada uno?

Leer es algo menos y algo más que estudiar. Menos que estudiar, porque ésta práctica de la lectura apenas nos suministra “conocimientos” en el estricto sentido de la palabra. Más que estudiar, porque leer es la única manera de adquirir “cultura”, después que se han adquirido conocimientos. No estaría de más afirmar a este respecto que hay sabios incultos, esto es, sabios que solo se han preocupado de estudiar, de engullir ciencia, datos, fechas o testimonios sin haber sedimentado luego el bagaje adquirido de su asombrosa sapiencia con esas gotas de sindéresis, de discreción, de buen sentido y de sano enjuiciamiento que sólo la lectura reposada –sin urgencias de “embotellamientos” a plazo fijo– puede suministrar. Lo que ahora llamamos “mentalidad” –algo, en verdad, distinto de la inteligencia– es obra exclusiva de ese alisamiento, de ese pulimento espiritual que el acopio de lecturas variadas imprime al conjunto, extenso o no, de los propios conocimientos. Una cosa es la ciencia tallada –la que es efecto del estudio– y otra la ciencia pulimentada,. o por mejor decir, la cultura propiamente dicha. Es cierto que hay cultura sin ciencia, sin conocimientos previos, pero estos por sí solos no consiguen la auténtica fertilidad espiritual. Precisamente creo que en el mundo, además de sesudos inventores y de doctos investigadores, hacen falta muchos “dilettantes”. Las obras magistrales –a las que no falta un detalle– están bien pero suelen tener una dosis de pedantería. Luego vienen los “ensayos”, escritos con cierta irresponsabilidad, pero siempre, o casi siempre, con una visión de conjunto y con una claridad mental admirables para dejar las cosas en su punto. La literatura –aún la “vaga y amena” literatura– es el único vehículo para que los hombres se transmitan los unos a los otros esas “especias” mentales indispensables que son el humor, la poesía, la ironía, la delicadeza, la gracia. Una civilización sin “sprit”, sin jugo lírico, sería un inmenso gigantón agobiante. Si se estudia toda la Trigonometría o toda la Historia y luego no se ha leído por simple cultivo espiritual ni un “ensayo”, ni una poesía, ni una novela, el espíritu se solidificará, se congelará en perfectas aristas, esto es, en aristas muertas.

Ser macizo –nada más que macizo– es un pecado de lesa inteligencia. Igual, probablemente, que el extremo contrario de la intranscendente y voltaria especulación. La cultura necesita de intersticios, de porosidad. Una lectura –que no sea lectura “oficial”, esto es, que no sea estudio– conviene siempre como deporte para dar al ánimo una elasticidad, una flexibilidad, una tolerancia... Las realidades irremediables nos acercan por todas partes, los datos precisos nos envuelven, las cifras nos imponen su tiranía, los dogmatismo de cualquier disciplina tienden a aquietarnos o a anquilosarnos. Es saludabilísimo, pues, entregarnos de vez en cuando a los libros que se llegan a nosotros simpáticamente, graciosamente, sin afán de imponernos su razón incontrovertible, sino con el sencillo propósito de exponernos su criterio. Los “libros de texto” nos hablan siempre engolados, con un insoportable tufillo doctoral. Los libros de leer nos invitan a pensar, a sonreír, a amar, a sufrir, a soñar...

(22 de octubre de 1953)

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