Septiembre es, un poco, la reflexión. La reflexión que precede a la tristeza. Abril era la ilusión —¿no visteis como, siempre, los quince años eran abriles?—. Luego llegó Mayo… y la naturaleza estaba como si acabase de terminar el Bachillerato. La naturaleza inflamada de primeros amores, la naturaleza en flor, millonaria de espigas verdes; cada espiga un proyecto, cada rosa una novia, cada fragancia un madrigal.
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Es en septiembre el examen de conciencia de la naturaleza. El campo, en septiembre, hace un inventario de sus cosechas. Antes todo fue ilusión, duda, esperanza, conjetura. Ahora viene la tranquilidad…
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Se le podría hacer una entrevista a septiembre:
—¿Cree usted en la poesía, septiembre?
—Hay dos poesías: la poesía de ida y la poesía de vuelta.
—¿Cuál es la suya?
—La mía es poesía de vuelta. La poesía de ida va cogiendo todas las flores que encuentra a la vera del camino. Y las va deshojando. La poesía de vuelta —cuando ya no hay Primavera en el camino— viene buscando por el suelo los pétalos de las rosas rotas.
—¿Usted, Septiembre, es verano u otoño?
—Yo soy como los cuarenta años. Satisfacción de haber llegado; tristeza de tener que regresar. La ascensión a las cumbres es en el esplendor de la mañana. Pero se desciende al valle en la hora vespertina. Quizás la noche nos va a sorprender en el camino…
—¿Qué opina del verano?
—El verano da la sensación de no creer en el invierno.
—¿Y del invierno?
—Da la sensación de no creer en el verano. Invierno y verano creen demasiado en sí mismos. Son estaciones absolutistas. El otoño es más tolerante.
—Se habla mucho de las dulces tardes septembrinas.
—Sí; los idilios de las tardes septembrinas saben a uva. Tienen su dulzor largo, largo… Como si el sol exprimiese también su zumo sobre las cosas de la tarde.
—Vd., Septiembre, en el calendario, figura entre agosto y octubre. ¿Qué opina de…?
—Agosto es blando y fofo. Tiene una carnación sonrosada, exuberante, madura. Parece como si lo hubiese pintado Rubens. Octubre, en cambio, empieza a parecer un Greco…
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Septiembre casi ignora las flores. ¿Quizás por eso, Septiembre, piensa tan bien?
(JAÉN, años 50)
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