En
ningún programa de vacaciones falta el cine. Pero para unos el cine es
asignatura de una vez a la semana; para otros, alterna; para otros, diaria...
De todas formas, en septiembre, ¡sobresaliente en cine!
El
cine entra mejor que la química orgánica, porque claro está que Sofía Loren no
es ningún aldehído. Tampoco Gregory Peck es ningún aminoácido. ¡Y si la
tecnología fuese tan digerible como las cintas de la «Paramount»! Y por
supuesto que en el taller no se fuma y en cine de verano sí.
Hay
jóvenes que parodian aquello del vino y dicen: «Si el cine perjudica a tus
estudios, deja los estudios». Después, como excusa, añaden: «El cine es
instructivo, da cultura, informa».
Sí;
el cine informa e instruye en muchas cosas. Hay, sin embargo, quien sigue
sospechando que también deforma. Todo deforma cuando se ingiere en grandes
dosis. Hasta el agua, tan inocua, deforma, bebida en abundancia, el vientre de
los señores mayorcitos. Ahora bien, el cine no es como el agua. Por lo menos,
es como el vino. Mucho cine intoxica, embriaga y puede hacer enfermar al alma
de gastritis.
La
gastritis cinematográfica se manifiesta con diversos síntomas.
Naturalmente, película que se repite
mucho, que vuelve una y otra vez al recuerdo, mal negocio. Interesarse por la
película durante la proyección es lógico y saludable. Pero si luego no te
duermes pensando en los lances y trances de la película, es que se te repite.
Entonces, pienso yo, habrá que tomar un poco de bicarbonato...
Además
hay películas que, de por sí, son indigestas. No te las tires de... estómago
fuerte. Hay películas positivamente nocivas. No vengas con lo de que tu
«formación» las tolera todas. Eso de que estás del todo «formado» es un cuento.
Si estás definitivamente formado es que ya no eras joven. Sólo después de los
setenta años se deja de adelgazar o se deja de engordar. Y sólo después de que
las arterias se endurecen se impermeabiliza el alma.
¿Quién
te puede aconsejar que no vayas al cine? Es imposible prescindir del cine, como
lo es prescindir del automóvil, del paseo o de los amigos. Lo que sucede es que
algunos piensan que el cine, además de una diversión, es una escuela, y se pone
a escribir un libro que se titule De la
imitación del Cine, de la misma
manera que hace ocho siglos un buen fraile se dio a la tarea de exhortar a la Imitación de Cristo. No exagero. Muchas revistas
cinematográficas —o seudo cinematográficas— hay por ahí, cuya lectura,
cada domingo, intenta anular la lectura del Evangelio del domingo.
No
seas ingenuo. Un católico no desentona ni mucho menos cuando entra en un cine.
Pero al salir, bueno es que se quite el cine de la cabeza y recoja de la butaca
el sombrero. Y no al revés, como algunos que yo sé.
(SAFA,
Núm. 22, 1963)
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