El olivar tiene una modestia. Tan
vetusto y apenas presume de nobleza. Tan rico el olivo y tan… polvoriento.
¿Quién de su apariencia induciría su verdad? Y él tiene una prosapia y un
lirismo, además de una utilidad. Alto en las colinas, en los escarpes a veces
de la misma sierra se aferra a un señorío. Tradicionalista de la lluvia, espera
más de Dios que de los hombres. Tiene un sentido de la armonía, de la
ponderación, del equilibrio. Se siente una “sophrosyne” en el olivar. Se siente
en las mañanas epifánicas, entre la paz y el sol, sobre los “terrones” —tan
campo— removidos y blandos.
Juan Pasquau, en Aceituneros, ABC, 21 de diciembre de
1962.
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