Nada tan bello y humano como el circo: el malabarismo de unas almas —más aún que de unos cuerpos— al borde del Arte. Porque también el Arte tiene sus favorecidos de la Fortuna. En el Arte, como en todo, la Fortuna no suele ser un premio a los mejores. Y en el campo de la Fortuna, el arte circense está relegado al borde mismo. Otras artes —menos artes— están situadas en el centro mismo de la Fortuna. ¿Por qué al más vulgar torero se le llama artista, mientras al más eximio circense suele denominársele todavía por ahí con el nombre de "titiritero"?
Juan Pasquau, en Aires dramáticos, Revista VBEDA núm. 42, junio de 1953
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