El catolicismo es el cuenco
maravilloso en que cabe el hombre total: el hombre acompañado de sus triunfos y
de sus miserias, de sus líricas resonancias y de sus tempestades oceánicas. Y
la Hostia es el Faro que proyecta bandadas de luz —orden de Amor— sobre el
enjambre tumultuoso de las almas. El alma de los hombres, ¿es un inquieto
espejo roto, es una aspiración de absoluto en constante trance de naufragio?
Pues la Eucaristía es la vibración de eternidad cabrilleante sobre el enigma insondable
del hombre.
Juan Pasquau, en Corpus, Diario Jaén, 29 de abril de 1959
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