Hay siempre una oculta vergüenza
de declarar que uno se duerme. ¿Por qué? No se sabe. Quizá porque el sueño
implica una abdicación, una dimisión, una derrota. Quizá porque dormirse
humilla… Y en verdad, ver nuestro propio sueño sería un poco como ver nuestra
propia muerte: aleccionaría bastante. Como aleccionaría ver nuestro bostezo y
ser contempladores de nuestro cansancio. Y, sin embargo, no, uno no ve lo más
débil de uno mismo, lo que nos hace ante los demás seres corrientes, vulgares,
anónimos.
Juan Pasquau, en Siesta, Diario Jaén.
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