Que el corazón y la mente vayan
al encuentro, que se corten en un vértice inefable y sutil. Pero si nos
empeñamos en que las dos verdades, la que siente y la que piensa, la que sueña
y la que vive, se hallen… en el infinito, habremos destruido el ángulo
prodigioso. ¿Por qué no acercar la fantasía al campo yermo de lo actual y de lo
actuante? ¿Por qué no impedir que la tierra beba viento y que el aire se
contagie de vaho telúrico, entrañable? ¿Por qué la “abstracción” —ese ángel
soberbio— a ultranza? ¿Por qué el realismo, ese ángel alicorto?
Juan Pasquau, en Desde la barrera, Revista Vbeda, noviembre de 1956.
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