Otra
cosa que se echa de menos: la Belleza. Porque esto —esto y aquello, lo de usted
y lo mío, lo de afuera y lo de dentro, lo que tenemos y lo que esperamos—, esto,
«se está poniendo feo».
Y
tan feo. Feo el mundo de la política, feas las aficiones, feos los egoísmos,
feo el hedonismo de las gentes... Fea el ansia de placer —placer mostrenco
sobre el que nunca aletea, siquiera fuese como pretexto, una mariposa de gracia
fina—...; feo el arte mismo —esa última instancia de la Belleza otrora—
corroído de un pensamiento que se empeña en cercenar formas y de una
sensibilidad que se afana en evitar emociones; arte abstracto que en lugar de
abstraer conceptos —como parece sería su obligación— se dedica a seleccionar
confusiones.
Y
esta fealdad dominante va y viene, sale y entra, compra y vende, dirige,
infatuada de estudiados énfasis. Esta fealdad empieza a reírse —insospechada
perversión— del buen gusto; comienza a desdeñar por anticuado el deleite
puramente estético.
Juan
Pasquau, en Úbeda, Ciudad del Renacimiento
Andaluz,
Obra Cultural de la Caja de Ahorros de Granada, 1973
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