LA NOCHE DESCOTADA.
Toda la Primavera el día comiéndole minutos a la noche hasta que hemos parado en esto: en el verano. El 21 de Junio bate el récord en la exploración de la noche: pone huellas de luz bastante cerquita de esa especie de polo nocturno que se llama «las doce». Cierto que, por aquí, en nuestras latitudes el verano no es tan osado... No es tan osado porque apenas alza unas horas, por encima de lo normal, el negro, y público manto de la oscuridad. Con luz diurna, se le ven a la noche, nada más, las nueve o las diez... Pero váyanse a Noruega por ejemplo. Allí el verano es más libertino. Allí la noche tiene un descote que llega, por un lado, a esa pudicia de las dos de la madrugada; por otro lado, a esa otra pudicia de las once de la noche. Allí el día baña de luz de sol tantas horas de su cuerpo, que parece que está en maillot... Claro que precisamente allí —justa compensación— al llegar el invierno, el día se tapa demasiado; tiene una noche tan larga, tan larga, como los vestidos de nuestras tatarabuelas; que no deja al descubierto nada más que dos horitas desnudas...
En fin, el 21 de Junio la noche ha lucido su máximo descote luminoso. Hemos aprovechado la ocasión para nuestras acotaciones.
PLAYA, MONTE, HAMACA, PARQUE.
No es que en el invierno no haya playas; pero, por lo menos, se habla mucho más de ellas en el verano. El verano hace florecer de humanidad las playas. Y ya se sabe que la playa es lo más tonto del mar: una olita pequeña, otra algo mayor, otra menos... otra, otra. Y todas, para nada. El mar se ha puesto tan domesticado en la playa que da asco... Cualquiera iba a decir que él, que así se humilla en la arena, se ha tragado barcos enteros con el trinquete mayor y todo. El mar juego con los niños al borde de la playa, aguantando sus impertinencias como un perro.
Pero también se habla de la sierra, del monte, cuando llega el verano. Sin duda porque el verano ha colonizado la sierra de casitas de placer... La gente rica se acoge al monte, cuando llega la dictadura de la canícula, como a una embajada.
—No le molestó para nada el calor: se refugió en la Legación de Gredos...—dirá alguien, cuando esté ya derrotado el verano del Marqués de Valdecerrojillo...
De todas formas, en el monte o en la playa, estará la hamaca. Es un invento indio, según dicen. La hamaca es el mejor sitio para dormirse cuando uno no lo intenta. Pero un lugar donde nadie puede dormir su sueño preceptivo y oficial, ese de la cama... Por eso, probablemente, nos gusta tanto el sueño de la hamaca: es clandestino.
Ni playa ni monte, el parque, en medio de la ciudad, ofrece su umbrosidad al transeúnte. ¡Pobre parque! Tan bonito, con el dinero que costó hacerlo, con las flores exóticas tan importantes que luce y... nadie le hace caso. Es ya un poco doloroso que los lugares más bellos de la ciudad tengan siempre, como única concurrencia, la visita de los soldados de la Guarnición y de las niñeras clásicas. Si el parque pudiera hablar diría esto:
—Cuando yo no era, la ciudad entera me amaba y suspiraba por mí. Antes de yo ser, siete alcaldes sucumbieron en la ciudad por mi culpa: por no acelerar mi ejecución.
Al fin, fui. Hubo discursos, verbena y charanga. Duró dos semanas mi luna de miel con la ciudad... Ahora soy, nada más, una especie de esposa repudiada... Cada quince días, el Ayuntamiento me manda el obsequio de un concierto de la Banda Municipal, para intentar contentarme. Lo mismo, exactamente igual, que hace el esposo infiel con la esposa ofendida cuando por ahí de devaneos... La ciudad —repito— me amó hasta derribar a siete alcaldes que remitieron mi ejecución; ahora soy nada más que aburrimiento, aburrimiento, vertedero de nostalgias. Nadie me quiere. Como doy mis encantos gratis, me dejan por esa terraza cursi con piscina de... a cinco duros la entrada.
VACACIÓN.
La vacación es la cuartilla en blanco que cada año nos presenta el verano para que en ella escribamos nuestro autógrafo. Porque ya se sabe que todos los demás meses del año nos están presentando cuartillas y más cuartillas, pero para que en ellas escribamos artificiosamente al dictado. Cada trabajo, siempre igual a sí mismo, es un jefe de oficina que nos quita espontaneidad imponiéndonos una labor determinada. Menos mal que el mes de vacaciones nos deja libres, para que en la cuartilla divaguemos a nuestro gusto.
Lo malo es que los autógrafos de vacación se parecen lamentablemente los unos a los otros. No hay autógrafos originales.
¿De verdad, de verdad es cierto eso de la libertad? Es muy sospechoso porque precisamente es en los momentos de libertad cuando todos los hombres se dedican a lo mismo. Dos hombres que trabajan, pueden diferenciarse extraordinariamente. Dos hombres que se divierten, son siempre iguales.
CERVEZA, HELADO, GASEOSA, SELTZ.
Cuando hay sed, la cerveza la apaga. Cuando no hay sed, la cerveza la inventa. La cerveza es algo así como el fútbol de las bebidas: no hay paladar que no la practique en todas las longitudes y latitudes...
Pero el helado tiene ya demasiado bien aprendida la profesión de helado. Confluyen en él muchos virtuosismos: el del hielo, el del azúcar, el de la fruta, el del huevo... Es un producto de repostería decadente. Demasiado barroca para agradar al paladar sincero...
Y queda la gaseosa con sus botellas de uniforme... Se detuvo hace tiempo en bebida modesta. Todas las bebidas han quintuplicado su precio cuando ella apenas se ha atrevido a «subir» unos céntimos... Sufre deportaciones en masa a las cantinas de las estaciones de ferrocarril para consuelo de viajeros sedientos.
Por fin está el seltz, una bebida muy barata, pero con pujos sociales, con mucha prosopopeya. Por eso de que acompaña al Ginebra de vez en cuando, y porque otras bebidas caras le honran con su amistad, se cree que es algo... Muchas aspiraciones tiene el «seltz». Se molesta mucho cuando lo asociamos con el simple vino tinto...
VERBENA, FERIA, TOROS.
La noche de verano enciende verbenas no se sabe si para embobar todavía más a la Luna absorta y, desde luego, para sustraer clientes a las estrellas... La verbena es un barco de luz, con pasajeras bonitas a bordo, que surca el océano de la madrugada misteriosa. Todos los gordotes delfines filosóficos surgen de las aguas abismales, con envidia, para ver pasar la verbena... Cuando ya se divisa el día, entre las brumas de oriente, alguien en la verbena grita: ¡Tierra, tierra! Y los pasajeros desembarcan sin novedad a bordo de las barcazas del alba.
La feria es el ansia festiva de las gentes de la ciudad cristalizada en el sistema... regular. La feria suele ser un exaedro cuyas caras son: toros, fuegos artificiales, fútbol, concierto musical, muchachas vestidas de gitana y egidos poblados de ganado.
La fiesta de toros es la rabia condensada, suprema, del verano. En los toros, el sol se venga de todas las siestas átonas dormidas en la penumbra. Lanza el sol, bronca, pasión, discordia y muerte sobre el graderío poblado de gentes que, antes, han querido sumirse en la paz de la siesta. Pero el último matador, al descabellar el último morlaco, estoquea también, definitivamente, la ira del sol espumeante... Y las gentes abandonan el ruedo sudorosas, ebrias y despeinadas de la lucha...
ANSELMO DE ESPONERA
(VBEDA, Año 3, Núm. 30, junio de 1952)
No hay comentarios:
Publicar un comentario