Poco más o menos, por estas fechas, hace bastantes años, se celebraba el Carnaval. Se hacían por todas partes mil payasadas. Unas con gracia, otras con maldita la gracia...
El Carnaval se suprimió, pero los payasos siguen. ¿Hablamos hoy de los payasos, puesto que nuestro artículo anterior versó sobre la formalidad?
Sí; tener gracia es un buen don de la naturaleza. Si además de gracia, se tiene GRACIA, alcanzamos el completo. Pero, resulta, que como lo de ser gracioso trae aparejados tantos éxitos, hay demasiados opositores a graciosos. Cuando la verdad es que se trata de una oposición de plazas limitadas. Dios no quiere que todo el mundo sea panadero, o juez de instrucción o perito electricista.
Ahí está la dificultad, muchachos. Lo primero que tenéis que examinar es si servía para graciosos, si estáis dotados para ello. Porque si no servís, lo mejor es que abandonéis la carrera y os dediquéis a lo vuestro. Payaso con todas las de la ley, no es cualquiera. Sólo hay, creo yo, un verdadero payaso por cada cinco mil habitantes. Pues bien, hay jóvenes —y no pocos viejos—, en una proporción del sesenta por ciento, que aspiran a la gracia del payaso, cuando sólo tienen la majadería del patoso. No es lo mismo patoso que payaso. No es lo mismo gamberro que gracioso. Distingamos.
Urge darse cuenta de que la gracia, por aquello de que es natural, no es susceptible de imitación. Y es necesario saber que la broma es un «género» difícil. Saber dar una broma con gracia es casi tan difícil como pintar un cuadro o hacer un soneto. No exagero. Bromistas hay muchos... También hay muchos que escriben versos, si bien son pocos los que hacen poesía. El «bromazo» es bastante más fácil; pero el bromazo engendra la bronca con la misma facilidad que el mosto engendra el vino: basta una pequeña fermentación de «mala uva» y...
En fin, no seas payaso, no te las tires de gracioso así por las buenas. No empalagues con tus chistes, cuadre o no cuadre, y con tus risas a destajo. Y no te vayas a creer que eres más alegre porque cuentes muchos chistes. ¿Has observado alguna vez a esos individuos que no te dejan respirar entre chiste y chiste? Pues mira: si te ríes con ganas de todos los chistes es que tú no tienes nada de gracioso. Me parece una «prueba» bastante sencilla.
(Revista SA.FA., Núm. 19, enero y febrero de 1963)
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