Empiezan
a desentenderse de la Belleza —por incógnita, por inaccesible— los mismos
doctos: los sabios, los artistas, los filósofos. ¿Qué es la belleza? ¿Dónde
está? Si antes, en la superficie de las cuestiones solía encontrarse una flora
de perfumada bondad, si antes había una literatura de fondo capaz de
desentrañar diamantes en la hondura, ahora se buscan las simas, las vertientes
sin esperanza, de las cosas. No se pretende lo hondo sino, simplemente, lo
oscuro. No se quiere Belleza. Y quien la tiene la guarda, la esconde como un
delito... Entonces, a modo de sucedáneo, pululan las cosas bonitas, que no las
bellas. Lo bonito nace del consorcio de la mentira con los accidentes de la
Belleza. Así, de una parte, están el Arte y la Literatura broncos, impregnados
de angustia y confusión. Pero, de otra, el Arte y la Literatura bonitos. Se
adoba a la mentira, se la cocina; se le adorna, se la pinta, se la peina, se la
ponen coquetos moños y gestos picantes...
Juan
Pasquau, en Úbeda, Ciudad del
Renacimiento Andaluz,
Obra Cultural de la Caja de Ahorros de Granada, 1973
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