En el fondo —y vamos a dar con el tópico, pero no hay otro
remedio— sobra enseñanza y falta educación; sobran colores y falta luz; abundan
los matices y están en precario las formas.
Cultura impresionista, sí; descentrada, brillante y errabunda que ama “lo que nunca se verá dos veces”. Cultura
que desdeña para sus arquitecturas los pilares eternos, empeñada en borrar las
claves de todos sus arcos.
Buena falta hace acomodar la Cultura a su esquema clásico,
con lucidez de propósitos, con clara conciencia de sus fines. Con “aprendizaje y heroísmo” por usar las
palabras dorsianas. Aprendizaje paciente —lento, si es preciso— que desdeña la
facilona línea de menor resistencia. Con heroísmo para rechazar la tentación
impresionista, puramente sensorial, de la hora presente.
Juan Pasquau, en La
cultura impresionista, diario Jaén,
21 de junio de 1956.
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