Actúa el hombre como si no llevara nada dentro, como si el alma no hubiese existido
nunca o como si el alma hubiera muerto. El hombre es carne, sangre, nervios y,
alguna vez, razón; pero razón al servicio de su potencia sensible: en raros casos razón en función de espíritu.
Porque, ¿cómo vamos a negar, a pesar de todo, que el hombre moderno tiene
talento? Ahora bien; es la suya una inteligencia que sufre la cautividad de Babilonia. Inteligencia,
bastante distanciada del espíritu, que concluye por adorar al Becerro de Oro.
Inteligencia sin libertad.
Juan Pasquau, en Comentarios
a San Juan de la Cruz, Revista Vbeda, noviembre de 1959.
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