Ser alegre no es estar alegre.
Todos los hombres están alegres
cuando les sucede algo agradable, pero tristes cuando les acecha la desgracia. El
mérito está en ser alegres: en tener
un fondo inasequible al desaliento.
Porque, por otra parte, el
verdadero optimismo no consiste en creer que todo sucederá bien, a nuestro
gusto: esto sería una ingenuidad. Hay que ver la vida como ella es en sí: azul
unas veces, gris otras. Los que pretenden ahuyentar las penas a fuerza de
optimismos, se parecen un poco a los que quieren alejar la lluvia no sacando
paraguas cuando el tiempo amenaza tempestad. Un optimismo razonable será el que
nos enseñe, no a no creer en el mal sino a armarnos contra el mal; a
facilitarnos paraguas contra la desgracia.
Juan Pasquau, en La alegría, Revista Surco, noviembre de 1942.
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