La oración es acción. Cada día hay que chapuzar el alma en la oración. Chapuzar, no impregnar; no impregnar de barniz de oración —de rezo— los labios, sino sumir potencias y sentidos en la hondura pensante, hasta arrancar del fondo la flor de la plegaria. Con la flor de la plegaria en la solapa todos nuestros actos adquieren una fragancia. Lavados de oración, los trabajos grises se tornan azules. Transfiguradas de fe, caridad y esperanza, las especies de la alegría y del dolor comulgan en un género superior de belleza.
Juan Pasquau, en La oración del maestro, medio y fecha sin identificar
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