Sin embargo, he aquí las cofradías religiosas. Representan no una supervivencia arcaica, más o menos para el museo o el folklore, como quisieran algunos, sino una tradición. Por eso, evolucionando lo preciso, es reconocible en su faz de hoy, su cara de ayer. Su estilo —el de las cofradías— no es actual, no es joven. Tampoco es antiguo, tampoco envejece. En cierta manera, una cofradía religiosa, cuya nómina está compuesta de vivos y de muertos (las personas que la fundaron, las que la prosiguieron, las que la continúan en cada periodo) no se inventa cada año. Una cofradía es un árbol, siempre el mismo, pero de savia renovada. Ahora bien, la savia no modifica su calidad o su función cada primavera. Siempre nueva es siempre igual. Como San Agustín decía del amor divino: "Oh, belleza; siempre nueva!"
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