Yo soy muy aficionado a leer periódicos antiguos y nunca los tengo a mano, porque jamás se me ocurrió encuadernarlos. ¿Quién es capaz de guardar y conservar, uno a uno, los periódicos? También las ideas las perdemos porque no tenemos el valor —sí, el valor— y la decisión de encuadernarlas, de ordenarlas, de sistematizarlas. A lo más, las usamos para envolver domésticas necesidades mentales, de la misma manera que destinamos los periódicos para hacer paquetes... ¿Dónde están nuestras ideas antiguas?, se preguntan nostálgicos, muchos; ¿dónde aquellas mis ideas vírgenes de la niñez y de la juventud?
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