Y nosotros perplejos entre el ayer y el mañana. Atentos a la voz de los muertos —libros, retratos, instituciones, usos, recuerdos— que nos sube como un vaho poderoso. Atentos también a la insinuación de un porvenir que jugamos a adivinar enteramente, que queremos conquistar antes de que haya llegado. ¿Qué es el tiempo? Se nos escapa como el agua en la cesta. No hay envases para el hoy. "Mas el doctor no sabía / que hoy es siempre todavía", apostrofa Antonio Machado. Buen remache contra los pesimismos que se entregan maniatados al tiempo y sus sucesos. Nos marcharemos, nos iremos durmiendo uno a uno como los niños de Juan Ramón Jiménez en la noche, y sin embargo, a pesar de todo, cabe una conciliación del "hoy" con el "todavía" y con el "siempre". Estamos en el tiempo pero no exactamente a la intemperie.
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