El bar es para los cuartos de
hora que preceden o que siguen al trabajo; para esos minutos escasos en que no
hay tiempo para otra cosa. ¿Es que va usted a dedicarse a traducir a Tácito de
dos menos veinte a dos de la tarde? Pero si tuviéramos tiempo de sobra, es
seguro que no concederíamos ni medio minuto a los bonitos anuncios televisados
de los detergentes, de las galletas y de los frigoríficos. Porque con el tiempo
sucede como con el dinero: cuando es escaso se malgasta más fácilmente (…)
Nadie se hace rico aprovechando bien las monedas de cinco céntimos; tienen que
ser, por lo menos, monedas de cinco duros. Nadie se puede hacer sabio tampoco —ni músico, ni artista, ni poeta, ni jugador de ajedrez— rebuscando minutos
libres. Urgen para ello las tardes libres.
Juan Pasquau, en El ocio, Diario Jaén, 8 abril 1969.
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