Cada cofradía ubetense tiene su carácter específico, pero la Noche del Viernes pone a todas las cofradías en punto de fusión. La procesión general, se ha dicho muchas veces, es una sinfonía... Bueno; pero todas las notas se acompasan a una melodía única. Y todos los colores —como en una renuncia de sí mismos— quiebran su ímpetu, sumisos a una pauta. La Procesión General es un crisol maravilloso. En él se funden todas las emociones del Jueves, del Viernes Santo ubetenses. Hasta las gentes —esas gentes que han discurrido por las calles durante todo el día con cierto aire ferial, esos chiquillos de los pitos y de los globos y de los «puritos americanos», esas muchachas de pueblo, de vestidos rojos, verdes, amarillos, endomingadas, de tacón alto y labios pintados— acordonan ahora su expectación, a lo largo de las calles del trayecto, sumidas en impresionante, religioso, conmovido silencio. Los tambores resuenan luctuosos: va a pasar Cristo flagelado, Cristo cargado con la Cruz, Cristo Crucificado, Cristo exánime, Cristo muerto... Úbeda tiene alma, ¡alma aún!, receptiva a la impresión, al impacto del Suceso trascendental, cardinal, teologal, que ahora, en la conmemoración procesional, se le muestra en sublime grandeza. Tililan oscilantes las luces de las tulipas, de los varales, de los cirios. Un escalofrío de raíces hondas enhebra los espíritus. El viento de Dios aviva los rescoldos de mil fervores moribundos. Y la historia, húmeda de nostalgias, de recuerdos familiares, de ilusiones viejas, acecha detrás de cada esquina. Las trompetas convocan bajo los balcones la memoria del niño perdido que anida dentro de cada hombre... Más penitentes, más luces, tronos refulgentes... El Santo Entierro... Tras la procesión la noche cierra su espesor. Y en el aire doliente, la primavera, acongojada de atambores lejanos, inhibe su pujanza... En la noche del Viernes Santo, se clausura la Asamblea de Úbeda ante la contemplación del Misterio. Nadie podrá quitar a Úbeda su fe; nadie podrá despojarla de su Viernes Santo. Es su patrimonio mejor. Su orgullo. Su honra de pueblo cristiano.
(Del artículo ÚBEDA, CIUDAD DE SEMANA SANTA, Revista VBEDA, Año 13, Núm. 118, 5 de abril de 1962)
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