Viene el Domingo de Ramos para hacer de cualquier ciudad una Jerusalén. Esto es más patente en las «ciudades de Semana Santa»... Nuestra Úbeda peina todas sus nostalgias el Domingo de Ramos. Es un día de satinados fervores. Un día en que parece que las almas sucias deben sentir como una vergüenza de salir a la calle. Luego, por añadidura, sucede que al llegar la Semana Santa la primavera suele ponerse a punto... El Domingo de Ramos retiñe en las calles sus temblores de plata. ¡Un día hemos cambiado toda nuestra calderilla oxidada por la luminosa moneda efigiada de sacros perfiles!
Úbeda es un pueblo que sabe respirar la Tradición. Esta anatómicamente preparado para acoger el Viento de Dios. La Semana Santa es el Viento de Dios para los pueblos y los hombres. Como las rubias palmas, los espíritus se comban en mística elegancia cuando Jesús, en su asnilla, aparece en la puerta de la Iglesia de la Trinidad.
(Del artículo ÚBEDA, CIUDAD DE SEMANA SANTA. Revista Vbeda, Año 13, núm. 118, 5 de abril de 1962)
(Fotografía: CHARETE)
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