BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

sábado, 24 de noviembre de 2012

LO CONVENTUAL ESTÁ LEJOS....—




En medio de la Ciudad, el Convento; pero lo conventual está lejos. El mundo se ha «puesto» tan moderno que no cree en la austeridad. Le fastidia al mundo el silencio. El monasticismo, ¡qué rareza!

Y no es que el mundo haya dejado de ser religioso. Lo que sucede es que, para su uso, quiere «adaptar» el mundo una religión motorizada. Acción, acción, acción; «acción, ahora mismo»... Pero, ¿y la oración? Y, ¿no se ha hablado en documentos pontificios de la «herejía de la acción»?

¡Bah! La oración estaba anticuada: oración, sí; pero en comprimidos: oración sintética, de película norteamericana. Lo demás, «no va con los tiempos». Porque hay que moverse, «hay que moverse»...

Lo conventual, ¡ay!, está lejos. Lo del día es la vorágine. Moverse muchas veces sin saber, claro, por qué, ni para qué, ni hacia dónde. Moverse porque así lo exige «la vida», y los tiempos, y...

Entre el tráfago ciudadano, la presencia del Convento es una réplica muda —muda y elocuente— a la concepción super-moderna de la existencia. El Convento, cualquier convento, es una isla de quietud. Las épocas históricas tienen una supervivencia. He aquí las más bella supervivencia del medioevo en los frailes y monjas de las antiguas Órdenes: los cartujos, los benedictinos, los trapenses... y también los mercedarios, los franciscanos, los dominicos; y, sobre todo, las monjas de clausura. Los conventos de las monjas de clausura están vacunados contra el paso de las horas. Los días resbalan por los muros patinosos de este refugios de la Oración y de la Pobreza evangélicas. Dentro, el tiempo, por no resultar liviano, se disfraza de eternidad. Las mismas ocupaciones, las mismas oraciones, el mismo trabajo, la misma quietud. De vez en cuando, una novedad histórica, una visita sonada, una gran conmemoración religiosa —con pastelillos y vino dulce— llevan una levedad de mundo al ambiente estático —incienso, armónium, bisbiseo y bordados— del Monasterio. Después, los días, los años... Siempre igual; incienso, armónium, bisbiseo, bordados.

Maravillosa belleza del Convento, que ignora el mundo: siempre igual. La monotonía es un siempre igual. La Eternidad es... siempre igual. Pero la monotonía es un siempre igual, sin Dios; y la Eternidad es un siempre igual, con Él. El Convento significa el titánico esfuerzo de la monotonía hacia la Eternidad. El mundo puede no saberlo, porque le mundo cree que los frailes y las monjas observantes de clausura, son náufragos extraños de unos tiempos derrotados, que «han arribado a nuestras costas». Sin querer comprender que son —cuando menos, en teoría— los supervivientes de un Afán que merodean en los litorales de Dios.

(BIOGRAFÍA DE ÚBEDA)

(Fotografía: Padre Eduardo Sanz de Miguel)

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