BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

viernes, 1 de noviembre de 2013

EL ARTE DE MORIR





Sólo los espíritus entecos sienten un miedo invencible hacia la muerte. La vitalidad no consiste en aferrarse a la vida, sea como sea, sino en dar un sentido y una dirección a esa misma vida que no ha de medirse; antes bien ha de pesarse. En otros términos, a las gentes anodinas —a la mayoría de las gentes— importa, en la vida, el conti­nente más que el contenido. Vivir muchos años, aunque sean unos años vacíos, es la aspiración suprema de no pocas personas que esti­man una existencia sin esencia, una existencia intransitiva, fin y prin­cipio de sí misma, carente de densidad y de sustancia.

Pero cuando la vida pierde su peso específico para ser sólo una capacidad vacía, un molde hueco; cuando la vida no tiene derechos porque para nada sirve y para nada se arriesga, entonces es cuando la muerte adquiere, en la aprensión, la maciza pesantez que ha per­dido la vida, y cuando su temor asusta y entenebrece el horizonte es­piritual de unos hombres que, al sentirse débiles, irremisiblemente han de advertirse cobardes. Los santos y los héroes no temen a la muerte, precisamente porque están llenos de vida, porque tienen una vida más fuerte que la muerte; capaz de desafiarla y de vencerla. Sólo vence la muerte a quienes la esquivan y la huyen; a quienes, al enfrentarse con ella, no adoptan una postura vital.

Vitalidad ante la muerte: he aquí el verdadero triunfo del hom­bre. ¿De qué sirve lo que se llama «vivir» la vida, emplear en la vi­da toda la vitalidad? Para vivir no se necesita fuerza de ánimo: para morir, en cambio, sí. Y lo mismo que es fácil el aprendizaje del placer y difícil el del dolor; lo mismo que todo el mundo sabe aceptar y po­cos, muy pocos, saben renunciar, es enteramente asequible para todos el vivir y privilegio de unos pocos el morir: morir dignamente, infla­mados de fe y de deseos, llevándose consigo toda la fuerza, sin dejar se vida en la vida, efectuando esa admirable transposición de térmi­nos, verdadera clave en la ecuación de la felicidad, de llevar la vida a la muerte y la muerte a la vida. A quienes han puesto todo su in­terés en «vivir la vida» apenas les queda vida para la hora de la muerte, cuando más la necesiten. Y quizá toda nuestra misión no consiste en otra cosa que en ahorrar cada día un poco de vida para que cuando la muerte llegue no nos encuentre arruinados de deseos. Más vale —como decía José Antonio— la esencia que la existencia. Y darlo todo al existir de la vida orgánica es desatender al ser de la vi­da inmortal.

Únicamente el cristianismo ha sabido adoptar una postura vital ante la muerte. Sólo él ha puesto toda la Vida más allá de la vida: «El que ama su vida la perderá» ha dicho Jesús. La ascética, ¿qué es si­no un ahorro de la vida con vistas a la muerte, una cotidiana priva­ción de una parte de ella para encontrarla toda entera el último día?

Pero nosotros, los hombres en general, somos unos despilfarrado­res de la existencia. Queremos gastar nuestra vida completa. Una ilu­sión cada momento. Siempre en pos de inéditas emociones, espoleados por inmanentes entusiasmos. El amor, el dinero, la felicidad: aras fal­sas en que inmolamos los mejores holocaustos de nuestra fe. ¡Vivir, vivir! Pero vivir, ¿para qué? Esos hombres que tan bien «saben vi­vir», que tan maravillosamente dominan la técnica de la vida, que han hecho de la mundología asignatura central de sus conocimientos, ignoran enteramente, por lo general, para qué viven; saben todos los recursos de la existencia y desconocen todas las excelsitudes de la esencia...

Debiéramos, pues, más que «saber vivir», vivir sabiendo. Vivir sabiendo y conociéndonos, con una vida consciente de sí misma. Y, además, como escribe Ortega, «debiéramos usar de la muerte, aprovecharla, emplearla; porque después de dos siglos de huir de la muerte hace falta fomentar el arte de morir»


(POLVO ENAMORADO, Gráficas Bellón, 1948)

2 comentarios:

Pedro Pablo Vico dijo...

Esto que acabo de leer, sí que tiene sentido y trascendencia: dar sentido a la vida; llegar a conocer el verdadero sentido de esta vida...Y esto nos lo dice Juan Pasquau, amigo íntimo de mi amado padre, Antonio Vico Hidalgo.
Íntimamente siento indignación de ver el relativo y escaso reconocimiento a nivel nacional, de España, al mejor pensador y escritor de Úbeda. ¿Por qué? He aquí el interrogante: por no ha haber salido de Úbeda hacia la capital....;¿por ser un pensador cristiano ? Creo que van más los tiros por aquí; porque era cristiano( y santo ...).España aún no ha reconocido el maravilloso portento de saber, de cultura, de escritura , de sensatez, de sentido común, de ilusión, de amor a su pueblo y al hombre...Desde aquí, reivindico lo que ya hizo y dijo mi querido amigo Fausto Gallego Godoy, ubetense y pedagogo: la creación de Fórum "Amigos de Juan Pasquau Guerrero".

Anónimo dijo...

Pedro Pablo, como se te agradece cuanto dices de Juan, con todo ese cariño que siempre le has demostrado y que sigues manteniendo con entusiasmo. Puedes suponerte la satisfacción que esto supone para toda su familia. Un fuerte abrazo y muchas, muchas gracias. R.Pasquau