Uno se figura siempre a sus antepasados como unos señores muy formales. Uno los ve en los viejos, amarillentos, retratos familiares. Tienen un gesto, amenazador casi, presidiendo la sala o el recibidor. Quizás esgrimen, como un sermón en contra de la “frivolidad” del bigotito moderno, la pronunciada solemnidad de sus patillas decimonónicas. Hasta puede que ostenten, como una enseña, su alto, magnífico, grandilocuente, prosopopéyico sombrero de copa...
Uno se figura siempre a sus antepasados envarados y arrogantes, ceremoniosos y ordenancistas. Y sin embargo... sin embargo nuestros antepasados, cuando llegaban estos días de Carnaval, abandonaban por lo visto su engolamiento, dejaban el sombrero de copa encima del sofá y sacaban de esos viejos baúles del desván, el policromo, maravilloso traje de Arlequín... ¿Os figuráis a esos rostros adustos, de los antiguos retratos, ocultos tras una grotesca carátula, coloradota y absurda? Pues es de suponer que sí, que más de una vez esos antepasados renunciaron a su gesto para la posteridad, a su gesto de retrato, para lanzarse, escudados por el antifaz, a las más increíbles travesuras... Huían de ellos mismos, cuando huían de la formalidad. Tenían de sí mismos un concepto elevado, y para hacer algo que no les pareciese apropiado, procuraban, por todos los medios a su alcance, no ser ellos. Sentían entonces la necesidad de cubrirse con el antifaz.
...Había algo que los diferenciaba de los tiempos de sus descendientes. Nuestros antepasados decían, cuando se sobrepasaban: “Esto está mal, pero me gusta”. Nosotros decimos: “Esto me gusta... luego está bien”.
...¿Serán ciertas estas diferencias? ¿Será por eso por lo que, desde sus retratos, nuestros antepasados –a pesar de sus travesuras de carnaval– parecen mirarnos con gesto amenazador?
...Porque en aquellos tiempos puede que el carnaval fuese una cosa que mereciese la pena; algo bonito. No se explica si no, que ellos, tan serios, abandonasen, por el disfraz, el sombrero de copa. Aquello desapareció, como desapareció luego también el Carnaval. Los que ya no somos unos jovencitos asistimos a su defunción. Todo había ido ya degenerando... El carnaval resultaba una válvula abierta a la chabacanería. Las comparsas habían degenerado en murgas. De la máscara no restaba mas que la mascarada, la diversión se reducía a alboroto... En definitiva, nosotros alcanzamos a ver el Carnaval cuando ya el Carnaval se había quitado el antifaz; un carnaval desarrapado y sucio, sin gracia y sin arte, que desde luego no hubieran aceptado nuestros dignos antepasados... Se quitó, digo, su máscara el Carnaval, se destocó de toda delicadeza, de toda galantería. Ya no pudo engañar a nadie...Y se fue.
(...O eso creíamos.)
Uno se figura siempre a sus antepasados envarados y arrogantes, ceremoniosos y ordenancistas. Y sin embargo... sin embargo nuestros antepasados, cuando llegaban estos días de Carnaval, abandonaban por lo visto su engolamiento, dejaban el sombrero de copa encima del sofá y sacaban de esos viejos baúles del desván, el policromo, maravilloso traje de Arlequín... ¿Os figuráis a esos rostros adustos, de los antiguos retratos, ocultos tras una grotesca carátula, coloradota y absurda? Pues es de suponer que sí, que más de una vez esos antepasados renunciaron a su gesto para la posteridad, a su gesto de retrato, para lanzarse, escudados por el antifaz, a las más increíbles travesuras... Huían de ellos mismos, cuando huían de la formalidad. Tenían de sí mismos un concepto elevado, y para hacer algo que no les pareciese apropiado, procuraban, por todos los medios a su alcance, no ser ellos. Sentían entonces la necesidad de cubrirse con el antifaz.
...Había algo que los diferenciaba de los tiempos de sus descendientes. Nuestros antepasados decían, cuando se sobrepasaban: “Esto está mal, pero me gusta”. Nosotros decimos: “Esto me gusta... luego está bien”.
...¿Serán ciertas estas diferencias? ¿Será por eso por lo que, desde sus retratos, nuestros antepasados –a pesar de sus travesuras de carnaval– parecen mirarnos con gesto amenazador?
...Porque en aquellos tiempos puede que el carnaval fuese una cosa que mereciese la pena; algo bonito. No se explica si no, que ellos, tan serios, abandonasen, por el disfraz, el sombrero de copa. Aquello desapareció, como desapareció luego también el Carnaval. Los que ya no somos unos jovencitos asistimos a su defunción. Todo había ido ya degenerando... El carnaval resultaba una válvula abierta a la chabacanería. Las comparsas habían degenerado en murgas. De la máscara no restaba mas que la mascarada, la diversión se reducía a alboroto... En definitiva, nosotros alcanzamos a ver el Carnaval cuando ya el Carnaval se había quitado el antifaz; un carnaval desarrapado y sucio, sin gracia y sin arte, que desde luego no hubieran aceptado nuestros dignos antepasados... Se quitó, digo, su máscara el Carnaval, se destocó de toda delicadeza, de toda galantería. Ya no pudo engañar a nadie...Y se fue.
(...O eso creíamos.)
2 comentarios:
Llevo poco tiempo leyendo el Blog de Juan Pasquau y disfruto cada vez más saboreando su manera de escribir, tan genial, profunda y cargada de sentido común. Ya mi padre me puso en antecedentes de este ilustre escritor y me alegro -pues nunca es tarde- de haber encontrado este Blog y conocer mejor, a través de su legado, a esta insigne figura ubetense. Gracias por publicar sus escritos. Saludos.
Querido Juan: Conociste Galicia y tanto te gustó que te casaste con una gallega, Rosa Liaño, con la que has tenido 3 hijos gallego-andaluces. Tu tambien te contagiaste del "ser" gallego, y en muchas actitudes y respuestas tuyas se traslucia esa manera de "ser", incluidos tus despistes, que parecian mas de retranca gallega que de la memoria. Tu recuerdo nos acompañará siempre, siempre, por tu hidalguia, tu ética insobornable, tu fe inagotable, que ha constituido un ejemplo que tratamos de imitar pero sin alcanzar tu dimensión. No quiero seguir hablando de ti porque de verdad, y aunque soy hombre duro y madurado en 88 años de combates, me siento profundamente conmovido al evocar tu recuerdo.
Estoy seguro de que reirías con ganas, o con la sorna que te caracterizaba, si pudieras leer, que seguro podrás la visión que un periodico ingles y otro americano publican estos dias de nuestra tierra gallega, que dicen, entre otras muchas cosas que no caben en este mensaje, "que somos celtas que usan gaitas y en colegio aprenden poesia" y que "en nuestra indumentaria llevamos amuletos y realizamos rituales contra el mal de ojo", y "tenemos citas con las meigas para recibir pocimas de amor y salud". Siguen diciendo que "Galicia es uno de los territorios mas pobres de España, cuyos habitantes se ven obligados a emigrar", y que convivimos "entre las supersticiones y el catolicismo". Regala estas perlas el diario "World Directory of Minorities". Menos mal, para terminar que conmemoran nuestra gastronomia y recomiendan nuestro lacon con grelos, que describen como una bandeja de puerco curado rodeado de una ristra de chorizos. Querido Juan, conociste Galicia, tanto como tu querida Ubeda, y sabes de buena tinta como somos los gallegos, y como es nuestra bendita tierra. Un abrazo de este gallego hasta lo mas alto de Jose Manuel.
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