BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

sábado, 27 de febrero de 2010

UNA REBELIÓN



Todo esto de querer muchas cosas que, en el fondo no se conocen bien, o no se sabe lo que son... He aquí una tendencia muy de ahora. Quizás es que tantas cosas se desean que no hay tiempo para verlas bien. Un afán que acaba de atropellar al afán de ayer, es ya atropellado por el afán de mañana. En fin, no sabemos aquietarnos. Aquietamiento no es inmovilismo, sino probablemente lo contrario. Creo que late una dinámica asombrosa en el fondo del espíritu de muchos hombres pacíficos, tranquilos. La serenidad es una poderosa fuente de energía. Los místicos –por poner un ilustre ejemplo– son una prueba elocuente de actividad honda, operante y a veces avasalladora. Pero ahora no podemos permitirnos esos lujos del espíritu. Es una pena que confundamos movimiento con desplazamiento de lugar. La devoción hacia la velocidad viene de ahí. El uso del automóvil o el avión, asidua e irremediablemente, hacen que se crea que un hombre de negocios tiene el alma más activa que un filósofo. Lamentable confusión de planos. Kant, a lo largo de su vida, no viajó nunca cien kilómetros más allá de su ciudad, Koenisberg. En cambio, ¿no existe una especie de inercia en la disposición anímica de muchos ejecutivos?

Puede que si ahora se padecen más infartos sea porque el corazón se vuelca en emociones de intenso ritmo intermitente y no en pasiones de ámbito ancho, de largo alcance. Las personas excesivamente inquietas no saben que para pensar y sentir de verdad la vida hay que pararse de vez en cuando un poco. ¡Cuánto movimiento hacia adentro, genuinamente fértil, cabe dentro de cada una de estas paradas!

Me planteo esta cuestión en este tiempo de Cuaresma. No me da rubor, no experimento ninguna vergüenza, diciendo que la Cuaresma me sienta bien. Estas costumbres del viejo cristianismo son muy sabias, ayudan a detenerse en la carrera, a abstenerse en el mercado. Los ascetas, además de fortalecerse mediante una vida coherente cristiana hecha de renuncias, alcanzaban casi siempre la vejez porque se guardaban como una tentación de toda abundancia. Este mundo se ha puesto demasiado rico. Nuestra pobreza consiste en que queremos ser tan ricos como el mundo lleno de incitaciones por todas partes. Deseamos demasiado; ahí radica todo el mal. San Francisco, Santo Domingo, San Bernardo, San Juan de la Cruz, enseñaban al hombre a concentrar sus múltiples deseos en un solo y grande deseo. Lograr esto es más difícil ahora, cuando el mundo aumenta la oferta de sus comodidades y el tamaño de sus goces. Es como si el mundo se hubiese hecho tan atractivo que se presentase como el rival de Dios. Decía François Maruriac que si la lujuria es gran pecado, ello obedece a que el fulgor deslumbrante de sus goces, ciega de tal manera que, momentáneamente oculta la perenne y fuerte luz del Señor. Cabe decir igual de infinitas exuberancias que nos rodean. Vivimos en el reinado de las cosas, más potentes que nunca en la historia. Disimulan todas su entidad, al fin poco significante con bellísimos disfraces. Del mundo creado por Dios queda, en su antigua pureza, nada más el campo. La civilización ha puesto una linda máscara a todo lo demás. ¿Nació la civilización para ayudar al hombre, para dignificarlo en su lucha contra la Naturaleza? Sí, pero abusó de su encargo. Ya la civilización está humillando, aboliendo al hombre. Dio su “golpe de Estado”...

Véase por qué, la Historia hoy necesitaría de una universal y generalizada cuaresma. No es preconizar otra Edad Media –que, en cierto modo, el medioevo fue eso– porque todo es irrepetible. Pero es obvio que no sabemos aquietarnos, entre tanta riqueza ambiental que estorba el paso entre la radical pobreza de los hombres uno a uno y la verdad sin fallo de Dios. Tenemos que “movernos” hacia Él. No sabemos por qué nos paralizan las múltiples e insaciables inquietudes de pequeñísimo radio que nos cercan.

Contemplo la reproducción de un dibujo al carbón de Alberto Durero. Figura el esqueleto de un jinete guerrero sobre un caballo también esquelético. Dinámico y furioso juego de huesos en acción de lucha. Se titula el dibujo “Memento mei” y está fechado en 1505. La intención del dibujo de Durero parece clara: “Todas nuestras guerras a cualquier escala –sobre todo a escala personal– ¿qué son sino pequeña lucha de la muerte, cabalgando sobre la muerte contra la muerte?”. El dibujo invita al recuerdo de la vanidad que yace sobre muchas de nuestras acciones y anhelos en lucha para la conquista de las cosas.

Deduzco que hay que reaccionar contra el mundo excesivo, optando por enriquecernos no a costa del mundo, sino a expensas de nosotros en la esperanza del Señor. Oigo la réplica a coro de los muchos posible contradictores: ”¿Vamos entonces a renegar del mundo, obra divina, vamos a espiritualizarnos hipócrita y orgullosamente, olvidando estas realidades que nos cercan, nos acarician, lastiman, atraen y levantan en dionisíaca y pánica exaltación vital?”. Me sé de memoria estas objeciones. Las conozco desde muchacho. Pero sí: es cierto que este mundo es obra de Dios y hay que quererlo. No tenemos que esforzarnos; lo queremos ya todos, espontáneamente. Pero no se trata de prevenirse contra el mundo del Señor, sino de advertirse contra ese otro mundo superpuesto, más bien ortopédico, que nos tapa nuestro fondo, que nos borra la perspectiva de las verdades y el afán de Dios. Tampoco es cosa de luchar contra una civilización que nos enmarca. Es que, como civilización y cultura han pasado a una postura dominadora, como han desviado su misión, resulta que cualquiera de las facultades humanas que conforman la auténtica libertad están en situación de “alguaciles alguacilados”. Y todo esto pide una solución, un remedio. Pide una cuaresma. Que es tanto como pedir una rebelión.

(Diario IDEAL, 25 de marzo de 1977)

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