BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

DESDE ÚBEDA: CARTA A LA OTRA ORILLA




Para Antonio Pasquau

No sé, querido Antonio si, desde la otra orilla ya, de alguna manera lo sentiste. Pero a mi regreso a Úbeda, cuando tú ya te habías ido, he estado una tarde de septiembre en el cementerio, pensando al lado de la tumba mi oración. La pajarería de los cipreses daba su adiós al día mientras el sol tendía sus últimos relumbres sobre las tapias y las cruces. Yo debí distraerme un poco, porque de pronto, advertí que el conserje acababa de cerrar la puerta de la verja y agitaba sus llaves. Tuve que gritarle para que me abriera. Es que hay momentos en que la visita al camposanto también retiene y sus sugerencias melancólica y dulcemente –extrañamente– nos acosan.

Ahora quiero repensar lo que en este ocaso te dije sin palabras. Pero con palabras es difícil, muy difícil. Acongoja la cortísima distancia entre la vida y la muerte. Pero es que de la muerte no vemos nada más que el fin. ¿Dónde y en qué momento empezamos a morir? ¿Acaso podemos saberlo? Siempre, querido Antonio, has sido para todos, y especialmente para la familia, un archivo inagotable de recuerdos. Porque en ti los recuerdos seguían con perfil y vivos. Por eso jamás perdiste un no sé qué de reflejo de niñez. En tu potente, derrotada –y a pesar de eso arbolada– no te desprendiste jamás del niño que recordaba a la abuelita (tú todavía empleabas con regusto de antiguo chiquillo mimado esa palabra), sentada allá en los primeros años veinte en el «patio de la calle Trinidad». Era sorprendente ver conjugada en tu persona el estambre fino de mil evocaciones que todavía no perdían su forma con el abundante, vario, heteróclito y a veces descomunal formato de los sucesos mil que tramaron tu existencia. Hay quienes se apresuraron a perder sus raíces y a hacer una almoneda de sus vivencias pasadas, ávidos en todo momento de lo novedoso que se arrojará mañana al cesto. Tú, Antonio Pasquau –tan profundamente inmerso en la vida, hastiado de plenitudes, náufrago que no se rinde, coloso e infante, tremendo y tímido, enlutado y fáustico– no renunciaste a tu origen y se cumplía en tu cuerpo roto y enfermo aquella sentencia de Quintiliano: «Los vasos conservan siempre el sabor del primer líquido que contuvieron». Y así, tu mejor honor era tu apellido y los recuerdos familiares tu más querido tesoro.

Y hoy, Antonio, día de la Virgen de Guadalupe, la Patrona de Úbeda, en la Fiesta Mayor de Santa María he vuelto a estar en comunión íntima contigo. Cada mañana hasta ahora con tu paso lento y difícil, antes de incorporarte a tu trabajo, llevabas al a Virgen tu oración. Era una cita que te impusiste años atrás y jamás has faltado. Como no faltabas a ninguna ocasión solemne de Úbeda: a tu procesión de «La Humildad», a la subida de «La Soledad», a los toros de las corridas de San Miguel en el palco de los asesores; a los «sucesos» que demandaban la noticia para la agencia «Logos» por medio de tu pluma... Cómo tu presencia en las «ocasiones» gloriosas o grises de tu pueblo, hallaba siempre en ti aparte de la noticia escrita, el comentario de palabra ante tus amigos, la glosa llena de humor, el «picotazo» a veces cáustico, pero en ningún momento desangelado.

Día de la Virgen de Guadalupe. Hoy –te repito– he sentido en Santa María ese escalofrío que une a los ubetenses cuando el himno de don Victoriano –«Siempre, siempre la invicta Patrona»– salta airosa, vibrante y audaz llenando las bóvedas del templo y ensartando evocaciones, ungiendo rezos y despertando júbilos. Úbeda es un pueblo de tradiciones que no mienten y el 8 de septiembre es excelente fecha para encontrarnos; para estar juntos de una manera auténtica, a pesar de intangible, todos los de una u otra orilla que obedecemos a unos mismos resortes. De una a otra orilla, querido Antonio, la barca está dispuesta y nunca amarrada. Ayer en el camposanto y hoy en Santa María lo estoy viendo: no formamos los vivos y los muertos dos ciudades separadas. Descansa en la paz que Dios te haya concedido. Ya ves que mientras, aquí todos seguimos, a brazo partido, con la lucha de cada día. Todos morimos de nuestra muerte: morimos solos. Todos vivimos de nuestra lucha: en el último fondo otra soledad.

No sé, querido Antonio, de qué manera, de qué forma, Dios te permitirá oír desde la otra orilla a tu primo Juan.

(Publicado en JAÉN el 11 de septiembre de 1977)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada vez que he leído este artículo me he emocionado. No sólo por la perfecta descripción y evocación de alguien entrañable como era el gran Antonio Pasquau. También por la alusión a la frágil distancia entre la vida y la muerte: un río con dos orillas. Desde la orilla de acá escribió a su primo muerto, y pocos meses después él cruzaría ese río y quedaría en el lado de allá del cementerio.


Miguel Pasquau

Manuel Madrid Delgado dijo...

A mí este es uno de los artículos que más me gustan y más me emocionan de tu padre. Tiene un lirismo impresionante, una capacidad de evocación sorprendente y gran una hondura filosófica (que puede pasar desapercibida), muy senequista. Además contiene algo imprescincible en la faceta "ubetensista" de Juan Pasquau, que es la hilazón de generaciones, en este caso a través de algo tan íntimamente ligado a la historia espiritual de Úbeda como es la Virgen de Guadalupe. Este artículo de tu padre me ha ayudado mucho a entender mi relación con las cosas de la Virgen, que gracias a esto superan lo meramente religioso y adquieren un matiz de pura trascendencia personal.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Después de mucho tiempo vuelvo a encontrarme con este viejo artículo, que no,por muchas veces leido,deja de emocionarme,y otra vez tengo que dar las gracias a Juan Pasquau y a Manuel Madrid por revivirnos a Antonio Pasquau Antoñito,como le llamábamos todos,"coloso e infante,tremendo y tímido,enlutado y faústico".¡Qué preciosa descripción,cuánto cariño y qué emocionante cántico hacia el primo muerto!.
Gracias otra vez a todos los que haceis posible que todo continue vivo.
Rosa G. Pasquau