BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

lunes, 3 de enero de 2011

LA TENTACIÓN






Teníamos la casa en orden y, ahora, vivimos condenados a arreglarla cada mañana. Tal es el sentido que da Péguy a la caída original. En el Paraíso, las verdades estaban en su sitio: nos había Historia. La Historia ha sido una sucesión, una irrupción continuada de cosas sin colocación previa. Nuestro castigo es buscarles acomodo. Y como cada vez hay más novedades, el apuro crece. Para todos, la urgencia es un clima; no queda tiempo para nada...

No nos queda tiempo, hemos acrecentado el caudal y el hogar está repleto. Somos ricos en la Tierra. ¿Quién podrá todavía contar, pieza a pieza, su tesoro? No cabe en los cofres. Fuimos edificando torres, erigiendo filosofías. Sin embargo, como no nos devolvieron el Paraíso, acordamos tácitamente derribarlas. Con sus sillares desmontados hemos hecho dinero, mucho dinero.

¿Materialismo? Sí, pero el espíritu también cobra. Precisamente circula mucha moneda para él. ¿Acaso hubo nunca más cultura? Pero se trata de saber cómo nos las vamos a componer para arreglar la casa. No lo olvidemos: es nuestra condena. Se trata de arbitrar medios para que el hombre quepa con todas sus riquezas. Cuestión pavorosa. ¿Problema de aparcamiento? ¿Problema de circulación? ¿De vivienda? Cuando las ideas trascendían a ideales, la dificultad se simplificaba. Pero –lo hemos apuntado– sucede ya al revés. Se desintegraron los ideales y abundan las ideas. Abatiéronse las torres para la capitalización de las piedras. Al descongelarse los clásicos fervores, pululan mil valores desmembrados, fraccionarios. Así, después de la desamortización, no hay ingenio que no se enriquezca. Es como una quiebra. Como un saldo. La ocasión la pinta calva.

Quizá este ciclo de la Navidad abre una brecha. Surge la sospecha. ¿Sería mejor desconfiar de tanta particular abundancia, de tanta... belleza? Porque resulta que esta vanidad estorba. ¿No nos quejamos de la urgencia? ¿No nos inquieta la proliferación de las cosas sin colocación precisa? ¿Y si restituyésemos cada uno nuestra piedra para de nuevo levantar torres? Quedaría más desembarazada la Historia, abriríamos cauce a una actualidad menos enojosa. Si tornásemos a los ideales, si arquitecturásemos una sintaxis de anhelos comunales, si renunciásemos, si nos decidiéramos a sacrificar la propia ermita en aras de la Catedral... no tropezaríamos a cada instante. Y la tarde –“al atardecer te examinarán de amor”, escribía Juan de Yepes– nos sería más propicia.

Péguy llama al Mundo “el señor cuerpo”. El “señor cuerpo”, al fin y al cabo, está enamorado del alma a quien festeja y engalana. El alma es su “joven dama”. Pero él es demasiado rico para ella. Y no bastan los inventos de los “señores sabios” para convencerla:

He aquí al señor cuerpo junto a su joven dama.
El quiera presentarla a los señores sabios.
Ella, pensando siempre en su primer adviento,
mira la Navidad, la llama, el nochebueno...

La Navidad, cada año, es la tentación del bien para el alma sofocada que no encuentra sitio ni tiempo para poner la casa en orden.

(VBEDA, Año 18, Núm. 145, diciembre de 1967)

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