BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

jueves, 6 de enero de 2011

LO QUE PIENSAN LOS JUGUETES







Gaspar tiene una larga, maravillosa barba de plata; parece la barba del Padre Eterno de la Historia Sagrada de nuestra infancia... cuando en aquellas láminas cromadas el Señor aparecía poniendo orden entre las estrellas. Melchor es un mago pensativo: los problemas del mundo y de la historia han clavado su incógnita en el fondo arenoso, blando, de su alma. La luminosidad de sus ojos profundos ¿está hecha de cambiantes?; hay un trasfondo oculto en su mirada azul. Cansados de impregnarse de hondura, los ojos de Gaspar dilatan ahora su visión larga sobre las cosas...

Y Baltasar es un mago ingenuo, de corazón limpio. Todas las ternuras han dejado huella en su alma de nieve: las avecicas del Cielo han picoteado el armiño... ¿En qué piscina lejana lavará el mago blanco su fatal estigma? El mundo, el cielo, los ángeles, los hombres, abren su efusividad generosa a Baltasar. Y Baltasar se adelanta al recibimiento con su mirada transparente. Pero esconde sus manos de antracita... Él, tan puro, teme mancharlo todo. Quisiera tocar, sólo con los ojos... ¿En qué piscina bruja habrá un remedio para su estigma?

Gaspar, Melchor y Baltasar están en el reino alto donde se condensan los sueños. Cuando los niños son todavía ángeles sueñan cada noche con el Cielo. El Reino de los Magos es una nube de purezas alimentadas, día a día, por la evaporación... infantil. Cuando del niño se ha evaporado todo el ángel, la nube de oro se desplaza...

Gaspar, Melchor y Baltasar, en su palacio, rodeados de juguetes flamantes, se disponen a emprender su azul caminata. La estrella de Jacob tiembla de frío... Hay un trajín de preparativos en Baltasar. Y una sonrisa en Melchor. Y un malhumor en Gaspar...

* * *

Antes de salir de Oriente, Melchor ha hablado:

―Nuestros juguetes clásicos, Rey Gaspar, ¿no están ya un poco anticuados? Presiento que los niños de ahora...

―No sigas, Rey Melchor ―ha replicado Rey Gaspar, un poco enfadado―. Ya sé lo que quieres decirme. Antes los niños tenían un gusto vario y encantador... Unos pedían soldaditos de plomo; otros, un caballo blanco de cartón; otros soñaban con el trenito y con el juego de bolos. Pero hoy, el gusto de los chiquillos se ha «standardizado». Hoy sólo piden... balones y bicicletas. Es un descaro...

―Hasta en los nacimientos de los hogares ―ha dicho sonriente Baltasar― he visto a los pastores caminar a Belén en bicicleta. Y en vez de borreguitos, llevan balones al Niño Jesús...

―¡Orden! ¡Orden! ―ha exclamado furibundo Rey Gaspar. ¿A dónde vamos a parar? Yo soy un mago. No soy un director de colegio... Yo no regalo balones a los niños. El juguete, si es juguete, ha de conservar un resorte de fantasía. Dentro del balón no se esconde ningún sueño.

―Estás un poco anticuado, Rey Gaspar...

―Comprende, Rey Gaspar, que...

Y como el reino de Baltasar, Melchor y Gaspar es un reino mago, han hablado también los juguetes.

El caballo grande cartón.

―Yo ya no sirvo, Majestades. (Y el caballo de cartón se ha enjugado una lágrima.) Creo, la verdad, que casi nunca he servido para distraer a los niños. Reconozco que mi tamaño, de momento, entusiasmaba a los chiquillos de... antes. Saltaban de la cuna, el día de Reyes, y se montaban en mí, mientras paladeaban un «duro de chocolate»: era un juguete de vanidad... Los primeros días me sacaban a la acera de la calle o al parque. Mis días felices eran estos... Se montaban uno a uno, los niños del barrio. Pero como yo me quedaba quieto... A los quince días sólo me cabalgaba el niño de la portera. Y al mes..., me desterraban al sótano, al granero, a la buhardilla... Me comían las telarañas y me devoraban las goteras. La humedad terminaba por abrir mis entrañas huecas. Entonces mi panza de cartón...

El tren.

―Yo, Majestades, hablo en representación de todos los trenes de juguete. Los niños nos desean, sueñan con nosotros, se agolpan en los escaparates, sobre todo, cuando somos trenes eléctricos. Pero... En cuanto a los trenitos humildes de lata se refiere ―una locomotora y tres vagones chiquitos con ruedas de... silbato―, se mueren enseguida abollados, vagón a vagón, en cualquier rincón. Y por lo que toca a los eléctricos, ¡es una infamia!, estamos condenados al secuestro. Los padres nos separan el 7 de Enero de los niños, con el pretexto de que es la hora de la escuela y... ya no nos vuelven a sacar a la luz hasta que viene a casa una visita de categoría. Entonces mamá, dice muy satisfecha al nene mayor: «Anda Pepito enséñale a este señor lo que te han dejado los Reyes...» Pero luego, papá, no deja a Pepito coger los vagones y le amonesta cuando intenta tocar la locomotora porque... puede darle calambre. ¡Una verdadera infamia!, repito...

El meccano.

―Los padres ricos que se empeñan en que los chiquillos de siete años deseen ser ingenieros, cuando ellos que quieren es ser curas o toreros... nos destinan a nosotros, los meccanos, para que distraigamos el apetito y el sueño, de los chiquillos mimados, en la mesa del comedor, mientras los chiquillos mimados tiran de los pelos a la niñera y llega el huevo pasado por agua de la cena... Pero los niños que van a ser ingenieros no dan pie con bola y confunden todos los tornillos. Y luego, cuando llega el huevo, arrojan la pieza maestra a la cabeza del hermanito pequeño. Y como el hermanito pequeño responde, el huevo se llena de meccano, y el meccano se llena de huevo, y... ¡no sirvo para hacer ingeniero!

Entonces Baltasar miró lejos... La trompetita de lata estaba calladita, acobardada ante el tumulto de los juguetes ricos. Rey Baltasar la invitó a que hablase ella también.

La trompeta de lata.

―Yo... soy un pobrecito juguete. Como tengo este color verde y como... sueno, el nene pobre me coge con mucho interés y empieza a soplarme (y la trompeta verde, se pone colorada). Pero, cuando el día de Reyes salgo a la calle en los labios del nene pobre, pasa un nene con un patín, y otro con una bicicleta, y otro con una gran pelota, y otro con...y yo me caigo de los labios del nene pobre...

Todavía querían hablar más juguetes. El sablea desea decir que él sirve mucho para distraer en su camita al niño paralítico que sueña con ser capitán... La escopeta, iba a protestar de... Pero en esto, entre los juguetes saltó, botó y rebotó ―con engreimiento, con prosopopeya, con orgullo― el Balón de reglamento, y dijo:

―¡Bah!... Tonterías. Ningún juguete sirve donde me plante yo. Los niños lo saben y todos, todos vosotros, sois un anacronismo. Y no digo más porque... ¿para qué? Aunque Gaspar se enfade, no hay Reyes espléndidos sin balón.

Y el Balón de Reglamento, volvió a botar entre los juguetes... Y las muñequitas se encogieron de miedo dentro de sus cajas. Y los meccanos replegaron su envidia y hasta las piezas rojas se pusieron amarillas de odio. Y todas las escopetas quisieron disparar al balón... Y todos los sables quisieron pincharlo... Pero el balón, prepotente, botaba y botaba ante los ojos asombrados de Rey Gaspar...

Y vino una turba de angelitos sonrosados del Cielo, en bicicletas, con el Niño Jesús a la cabeza.

―¡Vamos a tirarte un «penalty» Niño Jesús! ―gritaban los angelitos. No te enfadarás, ¿verdad? Aquí hay un balón. Aquí hay un balón. ¿Lo pararás, Niño Jesús?

Rey Gaspar se puso iracundo; Rey Melchor se puso pensativo; sonrió Rey Baltasar. Y Niño Jesús se puso a tocar la trompetita de lata del niño pobre.

Anselmo de Esponera

(VBEDA, Año 2, Núm. 24, diciembre de 1951)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es realmente magnífico el trabajo de Navidad, que delicia repasar todos los artículos publicados desde la semana de la lotería, que placer, que variedad de maneras de escribir. Enhorabuena por este blog y ojalá que haya muchos especieales como este