BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

sábado, 1 de mayo de 2010

TRABAJAR MENOS



La prosperidad material no significa demasiado en la vida de un pueblo –ni en la vida de un hombre cualquiera– si se acierta a mirar con altura suficiente. Lo que sucede es que no disponemos, claro está, de perspectiva para juzgar nuestra propia existencia: la tenemos siempre encima.

De todas formas, la historia enseña que los pueblos más felices no han sido los más ricos. Y, en el plano individual, cuando oteamos en un momento tranquilo nuestro pasado personal, advertimos que tampoco coinciden necesariamente nuestras horas de mayor o menos desahogo económico con nuestras horas dignas de ser recordadas. ¿Es, pues, tan decisiva, tan trascendental, tan necesaria, tan imprescindible la elevación del nivel de vida?

Ganivet –uno de los pocos escritores descomprometidos que ha habido en España– escribía: "Me es antipático el mecanismo material de la vida, y lo tolero sólo cuando lo veo a la luz de un ideal; así, antes de enriquecer a una nación, pienso que hay que ennoblecerla". Estas son palabras cristianas a las que hoy no prestan atención ni los mismos cristianos. Sin embargo hay que volver a ellas si buscamos una salida a este callejón de la "sociedad de consumo" en el que casi todo el mundo piensa que la humanidad progresa porque ya van quedando pocas personas "decentes" sin coche propio.

Ahora todo el mundo trabaja demasiado, pero en general, con miras mezquinas; disponer de más medios para la comodidad. Prescindiendo del hecho de que la comodidad en sí, constituya un alto objetivo humano –que no lo constituye–, tampoco es cierto que, por ejemplo, los instrumentos técnicos acarreen una verdadera y radical comodidad.

Pero además, hay esto: perdemos calidad. El mismo Ganivet añadía: "Para que la organización social cambie, han de cambiar antes las ideas, ha de operarse la «metanoia evangélica», y para esto es preciso trabajar poco y meditar bastante y amar mucho". Advirtamos la primera parte de la receta, porque facilita el cumplimiento de la segunda. Hay que trabajar poco, es decir, hay que trabajar menos.

Hay muchos hombres que trabajan diríamos que de un modo indecoroso, sin desaprovechar minuto ni esquivar ocasión, y eso con el sólo fin de ganar mucho dinero. Es absurdo. El mucho trabajar nos quita sitio, nos quita espacio para meditar, cuando meditar es algo específico del hombre y que nada más el hombre puede hacer. Está vedado al animal y a la máquina. Se piensa poco y, en consecuencia, no se ama, ya que el amor –no nos cansaremos de decirlo– no es una cosa natural, no es algo que surja espontáneamente (nos referimos al amor, no al simple instinto erótico) si antes no se promueve inteligentemente.

El mundo está comprometido en la carrera de la prosperidad material. ¿Se ennoblecerá el mundo definitivamente de esta manera? Por supuesto, la miseria económica constituye un mal expediente para la moral. Si se vive en la indigencia económica, la ética no puede florecer. Pero no hay que olvidar el extremo contrario: tampoco ninguna moral suele florecer en la riqueza. Solo la pobreza –la pobreza equidistante de la miseria y de la vida regalada– forma clima y ambiente, de un lado al pensamiento y de otro al amor. ¿Por qué, pues, nadie quiere ser pobre? Parece una pregunta ingenua y no lo es. A no ser que estimemos como ingenuidad al mismo Evangelio.

Realmente el mundo necesita de no pocas transformaciones económicas, pero a fin de que salgan de la miseria los pueblos que aún viven en ella. Sin embargo, cada hombre y cada pueblo, hacen su transformación particular o egoísta consistente en ser más rico cuando se es rico y en ser rico cuando se es pobre. Y es éste el mejor camino para que la miseria –donde la hay– no desaparezca.

(Diario JAÉN, 18 de septiembre de 1969)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace 41 años se escribió este profundo artículo. Entonces ya se divisaba el peligro de la dinámica "trabajar-para ganar-para consumir-para trabajar". Ni es bueno para las personas, ni es tan bueno como se dice para la economía: ya sabemos, o deberíamos saber, que la espiral de crecimiento no es ilimitada (a la larga se ahoga en burbujas), y que el trabajo no acaba de repartirse, porque algunos trabajan cada vez más, y cada vez hay más paro.

Releer aquellos planteamientos de simplicidad, pobreza digna, tiempo para vivir, etc., es reconfortante.