BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

domingo, 13 de marzo de 2011

DIOS EN EL VÉRTICE







La palabra —¡cómo vivimos de palabras!— no decae nunca y sin embargo Dios, el Señor, no está en el vértice. Qué fácil hilvanar ideas y más ideas jugando a afirmarlo, a negarlo. Qué divertidamente intelectual atinar con la imagen bonita que borda a Dios, para uso propio, en el cañamazo de nuestros personalismos, en la orografía de nuestros deseos, en el esquema de nuestros particulares idearios. Pero el Dios auténtico, el de la Biblia, el del Evangelio, el de la Iglesia —el que es Norma inmutable y Amor perfecto, el que no está a merced de temporalismos oportunistas, el que tiene escrita una palabra para cada una de nuestras pobres razones promulgada una Esperanza para cada una de nuestras emociones pequeñas—, el Dios, decimos, que no se pierde en las nieblas inmanentes sino que brilla en la transcendente altura, permanece aún como lejano y ausente; ajeno, al parecer, a nuestras endiosadas técnicas y a los chamizos ideológicos que pomposamente —con terminología prestada del marxismo— comenzamos a llamar «nuestras estructuras».

Es, de seguro, su Humildad que no cesa, su sometimiento encarnado, su penumbra. Es el auténtico «Misterio de Cristo», dócil —como dice Charles Moeller— a las «causas segundas», al proceso histórico. Así Él resulta opaco todavía entre el mecanismo, rutilante a veces, chirriante siempre, de los exhibicionistas mundanos, de los hallazgos políticos, de los logros a medias, de las originalidades de ficción, de las deshonestas componendas que intentan sustituir a las amorosas comprensiones... Es, sí, su Misterio —el de su condena, el de su cruz, el de su preterición a Barrabás, el de su crucifixión, el de su muerte— incomprendido por un mundo que no termina de aceptar el Hecho Cardinal de la Redención; que desdeña —en mayor o en menor grado— la dimensión sobrenatural de lo religioso.

Dios no está en el vértice. Ni el pensamiento ni el corazón de nuestro tiempo ofrecen a Dios el puesto de Dios. Buena meditación social —comunitaria— para la Semana Santa. Buen tema de pensamiento éste para el cristiano... Para el cristiano que se diferencia de los demás hombres en un punto esencial: la creencia de que «Dios no ha muerto» como exclamaba el triste de Federico Nietzche, es decir, la fe en que Cristo ha resucitado.

Ese Dios que resucitó en su Sepulcro, calla cuando se quisiera hacer de la historia su perpetua tumba. Es la Humildad —soberana humildad— del Misterio. (Aunque los cristianos sabemos que ese Sepulcro no es posible. Proclamarlo así no es triunfalismo. Es lógica.)

(Revista VBEDA, núm. 143, Año XVIII, 14 de marzo de 1967)

(Fotografía: M. Tallante)

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