BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

martes, 30 de noviembre de 2010

PENSAMIENTO Y POLÍTICA




El pensamiento, en cualquier persona, debe ser ágil, intenso y valiente. Ágil, moviéndose sin perder la pista, declinando y conjugando cualquier tema con prontitud, flexibilidad y firmeza. ¿Cómo aliar la flexibilidad con la firmeza? Es difícil, pero para eso el pensamiento es pensamiento: para encontrar recursos y dar en cada ocasión con la finta necesaria en la precisa esgrima dialéctica. Además de la agilidad, el discurrir racional demanda un caudal apreciable de ideas; ha de ser intenso. No se puede discurrir con una sola idea, aunque probablemente todavía queden ideólogos monocordes, que tocan los temas como Bartolo la flauta. Pero con un agujero solo no hay música por buena que sea la flauta; no existe fuerza mental por cualificado que sea el discurso. También el pensamiento tiene que ser valiente, aceptando inclusive el riesgo de equivocarse. Muchos hombres no piensan por miedo a caer en el error. William James escribe: «Hay personas que cuidan más de evitar el error que de conocer la verdad». Con este miedo se avanza poco. Es mejor la actitud contraria porque si no nos arriesgamos al yerro, a pocas certezas podremos llegar. Ningún investigador, ningún filósofo, ningún científico ha sentido el pánico a equivocarse en algo porque todos los inteligentes parece que saben que puede que el expediente para dar el golpe decisivo en el clavo sea el de haber dado varios golpes en la herradura. Incluso podría afirmarse que no hay errores totales, salvo excepciones, sino parciales. Entonces con los recortes de verdad aprovechables en los errores, puede construirse el perfil de una ideología o de una creencia. La cultura va avanzando así, si bien existe el peligro de los relativizadores a ultranza, de los eclécticos, y de los escépticos que lo que hacen más bien es lo contrario. Porque los eclécticos —de donde derivan en gran parte los escépticos— confunden y lo que hacen más bien es construir una desesperanza o un nihilismo con los recortes de errores procedentes de la depuración de las verdades. Los escépticos esculpen con la ganga y no con el metal. Los optimistas y los creyentes erigen la estatua de sus convicciones en bronce, desechando la escoria. Es otro problema porque no siempre es a simple vista discernible la escoria.

Precisamente lo que ahora se pide al político con imaginación es todo eso y nada menos que eso: agilidad, intensidad y valentía. Ya el político no es el hombre llamado simplemente a administrar. La época exige imaginación al hombre de gobierno. Y con ella mucha inteligencia en función densa de pensamiento. Y, sin embargo, el político no puede reducirse a intelectual. Quizá su misión es no quedarse en el plano elevado de las ideas. Se ve forzado a traerlas, a traccionarlas. «Política —se ha repetido mil veces— es el arte de lo posible». Posibilitar, hacer viables las ideas de justicia, lealtad, orden, libertad, en un mundo y entre unas gentes que prácticamente se resisten a estos fecundos postulados, es tarea erizada de obstáculos, ingrata. Hay que dar efectividad a ras del suelo a lo que se cierne en las altas regiones. ¿Cómo? Esperando siempre, pero no esperando a una sola carta, o confiando en cada momento o creyendo que la próxima ocasión es siempre decisiva. Si el genio fue definido como una «larga paciencia», ¿no habrá que pensar lo mismo de la política y del político? Engañan los políticos que prometen bienandanzas inmediatas y que nada más programan a plazo corto. No, no: por ley natural, todo lo estupendo llega mucho después de para cuando se desea. Los súbitos cambios de tiempo son engañosos. Las mejorías repentinas del enfermo mienten también. En política son demagogos los que dicen que todo se solucionará mañana, cuando ellos intervengan: los que tienen un pensamiento que no es ágil, ni intenso, ni valiente. Los que tienen un pensamiento que nada más es revolucionario.

(IDEAL, 28 de diciembre de 1975)

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