BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

sábado, 16 de abril de 2011

MELANCOLÍA (A MODO DE PREGÓN)







Mis palabras tienen una estatura pequeña y, de pronto, yo quiero alzarlas para que canten. La Semana Santa de Úbeda es de una elevación que han peraltado los siglos y... heme aquí ambicioso de que mis elogios —de tierra, ocres, opacos— se iluminen de transparencias. Es un deseo difícil; comprendedlo. Nuestra Semana Santa está ahí: obra casi perfecta enriquecida, año tras año, por los saldos gloriosos de una piedad y de un fervor colectivos; constante histórica a través de los tiempos que se remonta a Dios sabe qué arcaicos entronques germinales. Está ahí, transida y joyante, imblicada de músicas divinales, recamada de esplendores, y yo, torpemente, con aire desmañado, osado y tímido al par, me acerco a ella y le digo:

—Quiero ser tu juglar.

—¿Mi juglar?... Ignoro tus méritos. Habla.

Y entonces yo, atropelladamente, como un enamorado que hace su declaración de amor, azoradamente le cuento:

Debes de conocerme. Me conoces quizá, Semana Santa de Úbeda. Porque tu conmemoración fue un «leit motiv» de mis primeras sinfonías vitales y porque tu belleza, desde siempre, trajo la clave de muchos de mis arcos mejores. Por eso, el piropo caliente se me deshace, se me evapora en balbuceos, en medio de la emoción. ¿No sabías que, desde niño, eres parte de mi vida misma? No sé si eran cinco años; no sé... De todas formas, las vaharadas de infancia que, como a cualquier hombre, de vez en cuando me acometen, llegan ahora perfumadas de ti. Yo era, probablemente, un chiquillo un poco triste, menos alegre que los otros. Entre la niebla se dibujan ya mis añoranzas. Todo lo veo en estos instantes.... Mi primera memoria es...

No sé si he interesado a la Semana Santa. Por fortuna ella calla y yo tomo aliento para proseguir.

Mi primera vivencia, permanece nítida; no se esfumará jamás. Yo me veo ahora en una habitación de la casa paterna. Desde mi habitación se divisa un amplio corral cercano. Es la hora de prima noche. Yo voy a dormirme... Yo quiero dormirme, pero a mis oídos llega la triste caricia de unas trompetas. Me han enterado de que pronto estaremos en Semana Santa... Cerca de casa, quizás en el corral que está próximo a mi ventana, los trompeteros de las cofradías ensayan. ¿Qué ensayan? Son unas melodías lúgubres, de una modulación invertebrada. Son unos «lamentos» que los ubetenses seguramente saben identificar; que yo mismo, lograré identificar algún día. Lamentos que claman hasta el paroxismo en «La Caída»; que se rompen, como una estrofa a la que faltase el último verso, en «El Paso»; que asumen síncopas de suprema desolación en «La Soledad». Ondulantes armonías que nos traen una ráfaga del pasado, como si se desperezase en ellas y adquiriese una turgencia actual, la serpentina descolorida del tiempo lanzado, del tiempo desenrollado, pisado, roto...

Yo me veo en mi habitación de niño, sí, a primera hora de la noche. Oiga las trompetas y me dan una impresión de zozobra... Me dan un poco de miedo, como si llegasen de no sé que mundo entrevisto. ¿Qué filtración se opera en mi subconsciente, mientras mis párpados se cierran? Yo me duermo rodeado de una aura de misterio, de un extraño halo melancólico y maravilloso.

—Son las trompetas de Jesús —me dice mi madre sonriendo—. Tu padre, es «hermano», es penitente de Jesús.

(...)

(Del PREGÓN DE SEMANA SANTA, 1956)


(Fotografía: MADERUELO)

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