BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

miércoles, 23 de junio de 2010

SUGESTIONES DE UBBADZA. LAS MURALLAS




Los árabes dieron nombre a Úbeda. Y la amurallaron. Y la hicieron ciudad. La importancia de Úbeda en la Historia, arranca, precisamente, de los árabes. Pero el tiempo demoledor, implacable, trastorna todas las fidelidades. Ya el Islam llora su derrota, acurrucado entre ruinas, sojuzgado otrora por la Úbeda cristiana y renacentista. Renacentista decimos, porque el Renacimiento iba a adoptar, para siempre, a la Ubbadza muslímica. Y sobre las plantas de las mezquitas derruidas, transida de resonancias coránicas, alzaría las gráciles arquitecturas de sus templos cristianados... No queda, pues, casi nada de Ubbadza en Úbeda: unos trechos de muralla verdinosos, entre cuyas grietas cada año renueva la primavera el tema verde –caridad de la hierba en la piedra– de su júbilo; torreones de arista melladas por la lima pertinaz de los siglos. Piedras, piedras, piedras. Piedras caídas, rotas, desmontadas ,vetustas. Piedras venidas a menos, amontonadas en los paredones de los caminos viejos, en los paredones de los barrios misérrimos.

El recuerdo de la muralla árabe, con sus muñones leprosos, atraviesa Úbeda de parte a parte. Nuestro paseo, siguiendo más o menos de cerca su recorrido, puede iniciarse en la “Puerta de Granada”. Aquí, perdura el lienzo mayor de muralla que ha llegado hasta nuestro tiempo. Aún cabe observar, junto a ella, la presencia de unas almenas... Fragmentos abandonados a su suerte, de soberbias fortificaciones que todavía nos cuentan gestas de otro tiempo y que conmueven, en seísmos emocionales, los estratos de nuestra curiosidad dormida. Las ruinas suelen tener un lenguaje evocador, sutil, íntimo. Quizá porque lo que más conmueve en la Historia es lo que fue y ya no es.

¡Puerta de Granada! Un rincón melancólico, altamente poético, de la vieja ciudad, ante el que siempre ha vibrado en líricas resonancias el alma de los mejores ubetenses. Junto a la muralla, “un alargado pilar”. “En el alargado pilar –escribe Fermín Vergara– las buenas gentes del campo, los de cara sombría bajo los anchos sombreros, abrevan sus acémilas cansadas. Allí vienen con sus cargas de moradas aceitunas o de dorado trigo, cuando el crepúsculo pone sus tintas azules a Mágina y Aznaitín... Algún mozalbete trae prendido en su sombrero el punto luminoso de un gusano de luz. Huele a paisaje bravío y a tierra recién movida.”



Ya, Puerta de Granada adentro, en la ciudad, si se siguen las huellas del recinto amurallado –calles Molinos, Afán de Ribera, Padilla– es ineludible toparse con esos “bardales”, tan ubetenses, “en que crecen la hierba”, glosados por Alfredo Cazabán. Son muros que limitan huertos menguados o corralitos reducidos en los que cantan los gallos. Y sin solución de continuidad, paredones renegridos y blasonados, antiguas mansiones hidalgas podridas de humedad ahora. Es un barrio habitado por gentes muy pobres. (En los altos escalones de las puertas de las casas hay siempre sentados pequeñajos que lloran no se sabe qué desdichas y que, al veros pasar, detienen un momento la cantinela de sus lamentos para observaros, entre distraídos y curiosos, con el dedo metido en la boca. Luego, cuando vuestros pasos se alejan, prosiguen su llanto.)

La muralla se pierde y reaparece, en la llamada “Redonda de Miradores” cerca de la cual se observan los restos –restos de restos– de la parroquia de San Juan Evangelista. No es muy frecuente la ocasión de contemplar perspectivas tan espléndidas como las que nos ofrece Úbeda en la “Redonda de Miradores”. Es el balcón natural de la ciudad, junto a las mismas ruinas de la muralla árabe. Desde la Sierra de Segura hasta la de Jabalcuz se despliega aquí, ante la vista, un paisaje amplísimo y vario. Enfrente, las eminencias de Aznaitín y Mágina y, al pie de la Loma, el valle del Guadalquivir. Entre el campo de olivar y la muralla se extiende, en declive, el cinturón verde de las huertas.

Es ésta la ocasión de que el observador intuya, siquiera sea confusamente, los famosos “cerros de Úbeda”. Confusamente porque, en verdad, los cerros de Úbeda, de tanta personalidad literaria, carecen en cambio de una marcada personalidad geográfica. Alguien ha dicho que ni siquiera son cerros... Y la verdad es que la leyenda histórica (...) a la que se atribuye el origen del célebre dicho de “salirse por los cerros”, así lo da a entender. De todas formas, estos “cerros” sin arrogancia, estas lomas suaves, se prodigan en la topografía ubetense. Son, el “Cerro de la Horca” en la parte occidental; el de “El Terrero” al S.E.; el de “Atalaya” al N.; el del “Aire” al N.O. Úbeda, tan elevada, no conoce la montaña, está alejada de la sierra. Frente a Segura y Mágina, replica con un procedimiento especial de alzarse; ensaya una distinta, específica manera de erigirse.

Es difícil “seguir los pasos” al cinturón amurallado de Úbeda tantas veces caído, perdido; tantas veces vuelto a aparecer en cualquier recodo. Entre peñascos aquí; cabe las huertas junto a las casucas pardas, allá; mutilado siempre; pugnando por esgrimir su voz que se ahoga, y se tronca, entre el griterío urbano.

Desde la redonda de Miradores hacia el huerto de Convento de Carmelitas, se conserva un buen trozo de muralla. Más allá, en la Cuesta de Santa Lucía, se divisa una perspectiva de bellísimas ruinas. Enfrente, extramuros, se destaca la iglesia de San Millán con su torre cuadrada de aspecto románico. Más allá de San Millán se derrama el caserío del barrio de la calle Valencia, en un trazado heteróclito, arbitrario.
La trayectoria de la muralla, que estaba jalonada por 38 torres de las que subsisten algunas, más o menos deterioradas, sigue visiblemente por la Puerta del Rosal, Fuente Seca, Corredera de San Fernando, Plaza de Toledo, Rastro, Cava y Mirador de San Lorenzo, hasta la Puerta de Granada. Aunque, como el recinto sufrió sucesivas restauraciones y transformaciones, es difícil señalar fielmente su trazado primitivo.
De las varias puertas abiertas en la muralla, sólo quedan la ya citada de Granada y la del Rosal.


La arquitectura actual, mudéjar, de la “Puerta del Rosal”, es del siglo XIV. De una concepción sobria, muy distante, estilísticamente, de la profusión decadente del arte nazarita. Monumento que habla todavía de un Islam atezado de heroísmos, curtido en la lucha, aún no inverso en enervantes exquisiteces alhambrescas. Aunque naturalmente –raras vigencias retroactivas del Arte–, durante el siglo XIV, época a que corresponde según dejamos dicho, la Puerta del Rosal, Úbeda era de dominio cristiano ya.

Junto a la actual Plaza de Toledo, sobre un cubo de la muralla, se eleva la ctual torre del reloj. En su parte inferior hay una bella hornacina en la que se venera un cuadro de la Santísima Virgen de los Remedios; cuadro deteriorado por el tiempo, y recientemente retocado, de un notable valor histórico.

La restauración de las murallas ubetenses tuvo lugar en el siglo XIV, reinando Sancho IV el Bravo. Modificado o no el primitivo trazado, es obvio que la reforma fue muy importante y que, por esta causa, de la construcción árabe, quedan no muchos vestigios. El nuevo cerco se hizo a costa de los caballeros, infanzones y gentes de Úbeda. Principiaron las obras en 1239. se tienen noticias del hecho por un romance –atribuido a Jorge Mercado– de calidad literaria menos que mediana. Como recompensa a este esfuerzo de la ciudad, el rey, en documento fechado en Valladolid, a 10 de junio de 1294, otorgó privilegio de franquía a los ubetenses sobre portazgos y montazgos, eximiéndoles de su pago en todos los lugares del reino.

De los torres todavía existentes, queda en buen estado una de planta octogonal, junto a la Corredera de San Fernando. En el último tercio del siglo pasado se derribó un torreón importante en el Rastro.


(De BIOGRAFÍA DE ÚBEDA)

(Fotografías: Archivo de Pedro Mariano Herrador Marín)

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