BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

jueves, 14 de abril de 2011

LA SEMANA SANTA







(...)

La Semana Santa florece en Úbeda de una manera comunitaria, espontánea, popular, irreprimible. No involucremos la cuestión diciendo que florece de una manera externa. Al pueblo, en cuento pueblo, no se le puede pedir otra cosa, porque (...) la religiosidad íntima, la genuina, es cosa puramente personal. Lo importante aquí, es señalar que pocas —poquísimas— ciudades existen en España más aptas, más idóneas, para las emociones de Semana Santa. (...) El mismo hecho censurable desde el estricto punto de vista de la religiosidad personal, de que en Úbeda la gente haga fiesta del Viernes Santo, muestra, por el revés, que Úbeda hasta para hacer fiesta necesita un motivo religioso. Y esto sí que es la Tradición; la Tradición como cosa viva, inmortal, que llega irreprimible, como un viento supremo, del pasado; la Tradición que no puede ser interpretada por muchos con acierto, que puede ser tergiversada por muchos, pero que ahí está sin abdicar un ápice de su fuerza muda y sublime.

Todo ubetense —chico o grande— advierte, aún sin él quererlo, puede que aún sin él saberlo, algo insobornable dentro de su alma al presenciar en la noche del Viernes Santo, el desfile de la procesión general. Lo advierte, y no lo cuenta, ni lo canta. Dicen que en nuestra Semana Santa no hay saetas. ¿Cómo va a haberlas si las saetas son folklore y la Semana Santa de Úbeda es Tradición? El buen ubetense que presencia las procesiones siente —si no es un salvaje o un imbécil— la religiosidad; la experimenta rodeándole, rozándole al menos, tangencialmente, a manera de soplo más o menos discernible. (...)

El mérito de las procesiones de nuestra Semana Santa no radica en ningún esplendor rebuscado. He aquí otra paradoja aparente. Siendo la procesión una muestra externa de la religiosidad, ¿cómo no abrillanta su significado al aumentar su esplendor? No nos queda otro remedio que admitir que puede también existir el espíritu, en lo externo, en lo fenoménico. (...) Y es el “fenómeno” de la Semana Santa, la plasmación de un gesto expresivo y autenticísimo en el que nuestro pueblo —el pueblo impersonal— vierte toda una carga de herencia espiritual para la docencia pública: para la utilidad de las personas que ahora, en cada tiempo, componen el pueblo actual.

Porque, ¿quién es el que cree que a un pueblo le dan carácter, únicamente, los vivos? Los vivos no pasan de ser una anécdota parcial, limitada, del pueblo que es una entidad por encima de los siglos. Chesterton (...) pedía un “sufragio universal” en el que contara también la opinión de los (...) que están en otro mundo; de otra manera —venía a decir— lo definido no es toda la definición. La opinión de los ubetenses que están en el otro mundo —tan ubetenses como nosotros, por lo menos, en cuanto a la calidad, y más que nosotros en la cantidad— es la que se nos muestra en la Tradición religiosa de la Semana Santa. Su espíritu —el de nuestros antepasados— es el que sopla en lo externo de nuestras procesiones. Si luego nosotros, los que componemos la Úbeda de ahora, no desplegamos las velas de nuestro fervor a favor de ese viento, si no sometemos nuestra interna buena voluntad a su corriente, no pensemos por eso que la Tradición ha muerto: habrá muerto, se habrá anulado, en nosotros. Pero la voluntad de quienes nos precedieron, el sufragio universal de los muertos, ahí está, en clamorosa mayoría, echándonos en cara el pecado de nuestra frivolidad o de nuestra indiferencia.

No amontonemos en nuestras procesiones de Semana Santa, esplendores de oros redundantes y de despampanantes tronos. Bien está que los sentidos sean parte para catequizar la religiosidad del alma; bien está ayudar con lo vistoso a lo emocional. Pero... hasta cierto punto nada más. Úbeda ya ha alcanzado, en el esplendor de sus procesiones, su punto de sazón. Pretender más en este sentido —desear más riqueza en nuestros desfiles procesionales—, es obturar con exhibitorias baladronadas, el diseño sucinto y armonioso que la Tradición nos legó. Dejemos que ella hable con su voz limpia y desnuda, desembarazada de obstáculos, sin buscarle el pie forzado de nuestros pruritos campeonísticos. Esto sería ridículo y a esto va abocado el entusiasmo de muchos cofradieros ubetenses nada tradicionalistas, que ya empiezan a cifrar el valor de la procesión en el precio de la imagen o del trono. No seamos, también, “ricos nuevos”, a la hora de probar una devoción.

(...)

Indudablemente, nuestras procesiones de Jueves y Viernes Santo, aparte del valor que para todo ubetense entrañan, son dignas de presenciarse: son de las más completas de España. Pero de su calidad nos está vedado hacer una mercancía. Si algún día se convierten en objeto de turismo, que sea por propia iniciativa del turismo, y no por iniciativa nuestra.

(De BIOGRAFÍA DE ÚBEDA, 1956)

(Fotografía: RAFAEL MERELO)



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante la metáfora de la tradición como el sufragio universal de los muertos.

Suscribo el deseo de Pasquau de que las cofradías no tengan comportamientos de nuevos ricos. Porque son ricas, pero no nuevas. No necesitan tanto añadido. Pienso en Sevilla: aquí hay veces en que las cofradías se exponen a morir de éxito.

La Semana Santa necesita contenido. Me gustaría leer reflexiones de Juan Pasquau sobre aquello que pasó hace casi dos mil años: que mataron a Jesús porque no podían soportarlo.

Miguel Pasquau dijo...

Gracias por tu comentario. No será difícil que encuentres alguna reflexión como la que quieres: sus artículos siempre viajaban desde la procesión al misterio, y desde el misterio a la procesión.