BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

viernes, 23 de abril de 2010

DON QUIJOTE MEDIATIZADO



No nos engañemos. El Quijote, libro del que todo el mundo hablamos con suficiencia, está, para la mayoría, por leer. Es, desde luego, más abundante la literatura que hemos ingerido acerca del "Quijote", que sazonada la lectura del libro mismo. Aquí, Montaigne. El ensayista francés, ironizaba y escribía, poco más o menos, esto: «Más libros se compusieron sobre los libros que sobre ningún otro asunto». ¿No sucede algo de esto con la obra de Cervantes? ¡Cuántos artículos laudatorios o críticos, exégesis, glosas y comentarios hemos admirado y soportado acerca del «Ingenioso Hidalgo»! Pero... ¿hemos leído alguna vez, de un tirón, el «Ingenioso Hidalgo»?

Porque tampoco vamos a poner en duda lo de que todo el mundo tiene en su casa el libro de Cervantes. Así, en ratos perdidos, al azar, nos encararnos de vez en cuando con un capítulo del mismo. (Yo hablo en nombre del hombre medio; no del erudito que, a lo mejor, se lo sabe de memoria). Y estas lecturas esporádicas las ensamblamos con aquellas otras de la clase preparatoria de ingreso del bachillerato. Cada uno, puede tener su vivencia particular a este respecto; es irremediable. Yo, por ejemplo, asocio siempre el "Quijote" a una tarde abrileña de tormenta. Mas que una tarde, era un atardecer... En la clase, de quince a veinte alumnos. «Monotonía de lluvia tras los cristales». No era aún la hora de que dieran la luz eléctrica; pero como la tarde era lóbrega, la oscuridad invadía el aula oscura. Y había que estar atento a la lectura —señalando con el dedo el renglón— por si, de, pronto, el profesor se dirigía a uno y le decía: «Sigue». Y ¡ay, si había uno perdido el hilo de la lectura! Sí; aquel atardecer hubo tormenta y cuando estábamos en el cuento de la «pastora Marcela» —oh, desdichado Crisóstomo— cayó una chispa en el pararrayos del Colegio. Cuando alguna vez he releído el cuento pastoril de referencia, una luminiscencia de pánico ha invadido todo mi ser...

Pero ahora, ni eso. Ya el "Quijote" no se lee en las escuelas. Cuando uno de nuestros jóvenes se encare, al azar, con alguno de sus capítulos, no podrá siquiera recordar sus primeras experiencias de la obra, porque no existen. Y. ¿es que hay entre nuestros jóvenes quienes se decidan a leerlo entero? Por lo menos nosotros, disponemos de aquel primer sedimento de la escuela y, bien o mal, nos hicimos cargo del argumento y directamente non fuimos enterando de las más importantes aventuras de Alonso Quijano. Después, el reactivo de las lecturas posteriores, por espaciadas y desordenadas que fuesen, nos han puesto en disposición de incorporar el "Quijote" a nuestra cultura.

Sería interesante hacer una encuesta sobre el "Quijote" a los españoles. Es claro que el noventa y nueve por ciento dirían lo que han estado oyendo decir siempre: que después de la Biblia, no se ha escrito en el universo-mundo, cosa igual. Pero lo que prueba demasiado, no prueba nada... A una segunda pregunta, contestarían, sin vacilar, que Don Quijote es un símbolo de la raza, harían el consabido parangón entre el idealismo del héroe y el realismo de Sancho y terminarían afirmando que, en nuestra patria, todos somos muy quijotescos. Y alguien —un poco más intelectualizado quizás— elucubraría sobre el amargo escepticismo cervantino. Pero, ¿pasaría de ahí?

Es que todos nos tenemos muy aprendida la «lección oficial» que se desprende del "Quijote". A todos se nos encarrila, aún antes de haber leído la obra, por las exégesis previstas. Y pocos son los que se aventuran a opinar por cuenta propia. Eugenio d'Ors quería decir muchas cosas a este respecto; pero —él mismo lo confiesa— le cohibían las acumuladas opiniones unánimes sobre la «obra inmortal», que hacían del "Quijote", a más de una gloria prodigiosa, una «gloria estampillada».

Y eso no; porque el "Quijote", naturalmente, no es un libro sacro y el libre examen está, respecto a él, permitido. La verdad es que la mayoría no está en disposición de saber, sinceramente, si le gusta o no el "Quijote". Previamente renuncia a la propia opinión, abrumado por la literatura que acerca de él se ha escrito. Sería mucho mejor desflorar por cuenta propia sus méritos y su sentido. Así, sin prejuicios, la emoción que nos produciría sería mayor sin duda alguna.

El ideal, a este respecto, no se alcanzaría hasta que llegase un tiempo en que nadie supiera nada del "Quijote" hasta que se decidiese a leerlo. Una utopía, como puede suponerse.

(Revista Vbeda)

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