BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

domingo, 20 de junio de 2010

CUANDO EL TIEMPO SE CANSA...




La decoración de una mutilada imposta románica trae al claustro una primavera lejana: una primavera que se hizo para siempre piedra silenciosa. Pero aquí, la imposta es un producto de saldo de esas liquidaciones apresuradas que las reformas artísticas decretan en los monumentos...

―Esto era románico. Pero, verá usted; a principios del XVI, un obispo, entusiasta del gótico tardío, levantó las ojivas, con bóveda de crucería, del claustro.

Y la remota plasmación románica quedó aquí como testimonio como ―documento― un poco amedrentada y confinada, pagando su vasallaje... Y precisamente encima, ahora, de una láurea renacentista colocada después.

Pero es claustro es acogedor, pequeño, silencioso. La imposta románica, las ojivas, la láurea renacentista, el mismo encalado de los muros conviven al fin apacibles en un fervor, en un anhelo de belleza. El claustro tiene un recodo y, al fondo, aparece el templo. Al costado del claustro hay un jardín abandonado. (Su pozo de brocal de mármol. Sus árboles. Sus pájaros...) Descienden desde la torre las campanadas del Ángelus y ya, para entonces, el claustros se ha matizado, umbroso, de modestias: habrá apagado lentamente su esplendor dorado, la vieja exultación de la piedra oferente contagiada de liturgias, entre un perfume de violetas distantes. Pero antes, en la mañana radiosa, tuvo su hora jocunda: dibujaba el sol sus arabescos en el enlosado vetusto; el órgano próximo traía su viento herido, su trémulo fragor suplicante; un vuelo de insectos ebrios zumbaba germinales euforias sobre los epitafios ilegibles ―recuerdo de recuerdos― del buen beneficiado que un día...

―Aquí ―prosigue, incansable, el guía― yacen los restos de un famoso eclesiástico de este templo colegial. Chantre por lo menos debió de ser, porque...

Quietud. Olor de mansedumbre. Yo no sé si, también, una levedad de salobre nostalgia para que la paz fermente; para que no sea una paz sin alma, aséptica e inerte.

―¿Dice usted que en el siglo dieciséis...?

Elevan las ojivas su cántico, su seguridad de esperanza. Por encima de las rosas y del tiempo. Y, ¿qué es el tiempo después de todo? Nada. Una mariposa ha pasado por delante de la tablilla en que se fijan los anuncios de los novenarios. En el claustro el tiempo se ha cansado. Cuando el tiempo se cansa, cuando se queda quieto en estos rincones sedantes de los pueblos, ¡qué receptáculo de bellezas resulta!

―¿Tiene mucha historia este claustro?

―Precisamente aquí ―el guía señala, interesadísimo, una arcada― se abría una puerta que comunicaba con la muralla de la ciudad. Por ella dicen que entró Fernando III cuando la Conquista. Y esto, antes aún de ser templo cristiano fue Aljama...

En los días grises, cuando el plomo invernal pese sobre las espadañas de la iglesia, la niebla ascenderá entre las ojivas, rezumarán doliente humedad los pilares. Y la tos de los mendigos que aguardan la salida de la misa temprana gemirá acusadora en sombrías resonancias.

―Esta hornacina ante la que puede contemplar un farol dieciochesco...

En los estíos ardientes, a la hora voluptuosa de la siesta, el claustro tendrá un frescor de eternidad. Se desmadejará el bronco ―triste― clamor de los sentidos frenéticos en este recinto cuajado de serenidades.

―...Fue a mediados del diecinueve. No existió hasta entonces esta baranda de forja. Como puede observar por las señales, este muro tenía una prolongación, que, a la izquierda...

Hay como un sosiego lustral. Una armonía, una música que no han creado los siglos. Una emoción nueva, ¡tan antigua!... La plegaria se siente llegar. Se adivina como un manantial, como un venero limpio. El alma estaba polvorienta: había olvidado sus cítaras y sus azucenas. Estaba el alma con su sabor de arena en los labios. Y ahora, de pronto, siente, bajo las ojivas, la inminencia de una extraña, maravillosa, «vecindad». Se dobla el recodo del claustro y aparece el templo. En el templo, una penumbra. Una oscuridad en el fondo de la penumbra. Una lamparilla en el fondo de la oscuridad...

―En el templo ―prosigue el guía― encontrará usted dos famosas verjas del maestro Bartolomé, un cuadro de Machuca, una capilla renaciente en que puede admirarse una imagen del inolvidable artista...

(ABC, 4 de junio de 1960)

(Fotografía: Archivo de Pedro Mariano Herrador Marín)

7 comentarios:

Manuel Madrid Delgado dijo...

Cualquier ubetense de más de cuarenta años reconoce el lugar del que Juan Pasquau habla en este artículo, sin nombrarlo: la antigua colegiata de Santa María de los Reales Alcázares, de Úbeda. Y este artículo tiene la virtud de poder considerarse como un testamento de la Santa María que ya nunca volverán a sentir los ubetenses, la Santa María que decantaron los siglos y que ha sido arrasada, desde 1986 hasta ahora, por los arquitectos Isicio Ruiz de Albusac y Enrique Venegas.
Juan Pasquau habla de un templo con alma, de un lugar casi mágico capaz de humedecer los sentimientos, pero todo eso ha sido borrado: cuando Santa María se abra al culto, será un templo despersonalizado, frío, relamido, sin alma, y su claustro ya no tendrá lápidas de antiguos chantres ni habrá pájaros que canten en las tardes de septiembre, ni pozo de mármol, ni árboles, ni sombras, ni frescor, y el interior será un chapuz monumental realizado a base de maderas de saldo, piedras inventadas, mármoles baratos y focos de aluminio que están tomando el templo por asalto.
Les recomiendo que cuando se abra Santa María, antes de bajar a verla, busquen este artículo, y lo relean, despacio. Y que lo guarden en la memoria mientras Real abajo van para Santa María. Entonces, cuando entren en la vieja y reinventanda Colegiata, descubrirán cuánto nos han quitado de nuestra historia, cuanto se ha devastado en Santa María, cuanto patrimonio histórico, artístico y sentimental ha desaparecido por el capricho de un arquitecto, por la incompentencia de la Junta de Andalucía, por el consentimiento del Obispado y por la dejadez de los ubetenses.
Artículo precioso, sin duda, para apuntalar una nostalgia de lo que nos han privado de vivir a los ubetenses.
Saludos.

Anónimo dijo...

Es importante que Santa María vuelva a ser un templo abierto, una parroquia, un lugar de paso y parada, un "centro" de Ubeda. Nada vuelve a ser lo que era hace veinticinco años, pero en los ubetenses está recargar de memoria el reestrenado templo. Memoria como la de este artículo.

Anónimo dijo...

Nada vuelve a ser lo que era hace veinticinco años, especialmente si ha contado con los desvelos, el mimo y el cariño de todos los gestores de la Junta de Andalucía que, desde 1986, no han hecho otra cosa que demoler Santa María e inventarse un risible templo nuevo.

Manuel Madrid Delgado dijo...

"Memoria como la de este artículo", dice la segunda opinión, anónima. Eso será imposible cuando se abra Santa María, porque la memoria de ese artículo está decantada por decenas de años y multitud de aportaciones históricas y artísticas al templo: el paredón medieval con el arco románico, el viejo patio árabe lleno de verde y de pájaros, las ojivas góticas, el blanco mudéjar de los muros, las rejas renacentistas, el barroco de las bóvedas y de las capillas de Jesús y de los Sabater, las losas de piedras del romanticismo, las lápidas sepulcrales... ¿Cuánto de eso ha desaparecido? ¿Cuánto ha sido reiventado? ¿Cuanto ha sufrido el afán por el relamido estético del arquitecto? Por desgracia será imposible recargar de memoria Santa María. En todo caso, habrá que partir de cero (lo cual es verdaderamente penoso en un templo que hasta 1986 estuvo tan intensamente cargado de historia y de vivencias), reiventar una memoria nueva acorde a la reinvención general padecida por Santa María.

Anónimo dijo...

¿Es que se han llevado todo lo que había en el claustro? ¿Las rejas, las lápidas, el patio?

Anónimo dijo...

Del claustro han desaparecido el ciprés, los árboles, las losas, las lápidas sepulcrales, la reja de 1880... De dentro mejor ni hablar, porque no habría sitio en este blog.

Anónimo dijo...

El ciprés y los árboles, vale, puede entenderse. Pero ¿dónde están las losas y la reja? ¿Alguien lo sabe? ¿Era una reja valiosa y artística, o una simple reja de herrería?