BLOG SOBRE JUAN PASQUAU - PERIÓDICO INTEMPORAL



PERIÓDICO INTEMPORAL DEDICADO A JUAN PASQUAU

Para que vuelvan a acercarse a la obra del escritor ubetense quienes tuvieron la suerte de conocerlo, para que lo descubran quienes no lo conocieron, para que todos crezcan en permanente conversación con sus escritos y su pensamiento.

jueves, 3 de junio de 2010

JUNIO, CORPUS




Siempre he asociado la idea de junio con la de plenitud. El tiempo y el mundo coinciden cuando, al llegar estas fechas, los días parecen más llenos. Llenos de luz. Es cuando la noche parece acorralada en su último reducto. Y cuando, además, ya sin lluvia, ni viento, parece menos noche. Por cierto las estrellas, tan inaccesibles, ni parecen ahora perdidas en el cielo, sino adueñadas del cielo. Cualquiera las localiza mejor. Todo el mundo, en la noche serena, puede aprender constelaciones. Y la Luna se hace más familiar. Se diría que de verdad ríe y acompaña en la sobre-cena. Hay mucha diferencia. Cuando en febrero o en diciembre la Luna se siente embestida por las nubes, los claroscuros dan a la faz del satélite yo no sé qué propiciación de misterio o de drama...

Bien. Aquí está el quid de junio: resulta ajeno, extraño al drama. La primavera, que empezó insinuante y tímida, ha madurado de pronto. Hay espigas en todas partes. También en los interiores, en los prados ocultos del pensamiento. Así es que las ideas —para las que también se alargan los días— es raro que permanezcan incoloras. A la fría razón, ¿le salen también ahora pétalos? Es muy importante lo de las flores. Tantas, tan espléndidas, tan variadas, con una alegría tan gratuita. ¿Por qué? No, no es que los poetas se empeñen en que son preciosas: no es que flor termine en «or», como amor; no se trata de un recurso de lírica barata. Es que una flor, verdaderamente, es algo sensacional en la Naturaleza. Se trata del grato lujo del campo. ¡Qué gentío, qué maravilloso gentío! Gentío de color y de fragancia. Casta alegría para los sentidos, Y para todos. Porque no sólo seremos los hombres los que disfrutamos de la vista de las flores. También los pájaros. También ese perro que corre ágil y elástico por el camino sentirá su encanto de alguna manera. ¡Ay, Fray Luis de Granada!; ¡Cómo nos inclina sobre las abejas, sobre las margaritas, sobre las rosas, sobro las hormigas! Quería mostrarnos un itinerario hacia Dios. El itinerario hacia Dios puede empezar en el grano de una espiga, puede seguir por el ojo facetado del insecto, continuar por la mirada en llamas del gato, arribar al salto del caballo, enfilarse luego hacia el rosal, pasar a la contemplación del limpio y libre mundo de las aves y, luego, no despreciar el otro mundo veloz y asustadizo del lagarto y de la salamanquesa... Itinerario para llegar a la consideración del hombre como «suma y sigue». Suma de todo lo visible para el proseguimiento jubiloso y esperanzado hacia lo invisible.

Así es que la Fiesta del Señor, el Día del Señor, tenía que caer en junio. En junio, plenitud, todos los caminos nos llevan a El, si es que de verdad queremos que nos lleven a El los caminos. Ya que —eso sí— cabe no querer saber, no saber querer. No querer saber y no saber querer —es decir, la ignorancia y el desamor— no entran en el cuadro de junio. Junio, lleno de sol durante el día y con campo libre a las estrellas en la corta noche, sugiere una invitación al itinerario. Es una incitación a la curiosidad. Hay sitio en junio para hacerse todas las buenas y nobles preguntas. El alma se ensancha para que en ella quepan las mejores sospechas sobre nuestro destino y los más optimistas pronósticos para el espíritu. El espíritu culminación, flor de la vida, última fragancia de todo lo creado. El espíritu para la trascendencia, cubierta su etapa de ciencia y conciencia.

Corpus. Dios aquí, amoldado al trigo y a la vid, achicándose para agrandarnos. Corpus al final del itinerario, como meta, en el centro radiante de junio repleto. Lleno de una luz que pone claridades mentales y ardorosos fuegos vitales. Corpus para que el día sea aún más largo; para que las flores encuentren su mejor destino en el altar; para que las golondrinas hagan palio raudo a las campanas. Corpus para que el hombre halle —como quería aquel adelantado de una filosofía con fragancia de poesía que se llamaba Nicolás de Cusa—, la libertad de poder ser él mismo. De verdad, con la Eucaristía, con la posesión aquí del Señor, yo puedo cumplir mi ambición de pertenecerme a mi mismo («Ut sim, si volam, mei ipsius», exclamaba el filósofo.)

Estupenda ocasión para que el hombre se realice, se plasme, se congregue en su alta y gratuita nobleza que El quiso para cada uno. Porque «yo debo ser, si Dios ha de ser mío», concluía Nicolás de Cusa ¡Qué alto está el Dios de los filósofos! Pero es el mismo que el Dios del Corpus Christi. Más allá de las constelaciones de junio y, sin embargo, revestido aquí, a mi lado, con el accidente de la espiga y del vino. Milagrosa ocasión para que yo sea quien soy, para que no me pierda entre el polvo que levanta el viento. Para que me afinque como promesa y como fruto. Para que yo me decida a encontrarme de verdad y para siempre.

Junio para la plenitud. Corpus para mi plenitud. Junio para el itinerario hacia Dios. ¡Corpus! Ah, si los hombres uniésemos nuestro grano —todo el grano— para la genuina fraternidad, para la molienda casta del Amor! Y... «al atardecer te examinarán de amor», recordaba Juan de la Cruz. Lo escribía, quizá, desde «Los Mártires», adolecido del paisaje de Granada, en la pertinaz procura de su peregrinación hacia la Luz que no cesa.

(IDEAL, Granada, 13 de junio de 1974)

(Fotografía: Eugenio Santa Bárbara)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojalá cuando me enseñaban religión me la hubieran presentado así, como algo profundamente integrado en las dimensiones de la persona, desde la contemplación de las hormigas hasta las alturas de Nicolás de Cusa y el conocimiento de sí mismo. El hombre como "suma y sigue" y el itinerario hacia Dios: no un dogma, no una creencia obligatoria, sino un camino. Me da envidia de Pasquau, y de una manera de sentir lo religioso tan humana y tan poco "esotérica".

Este hombre se va a convertir en uno de mis autores favoritos, por lo que estoy viendo. Está por encima. Nada suena a tópico, todo parece emanar de una personalidad cuidadosamente sensible a lo emocional, a lo bello y a lo bueno.

Andrés C.A.

Anónimo dijo...

Andrés, estoy seguro de que esas palabras tuyas ("todo parece emanar de una personalidad cuidadosamente sensible a lo emocional, a lo bello y a lo bueno") a él le habrían gustado mucho.

Esa "envidia" por la manera de vivir su religiosidad la entiendo bien. A mí me pasa lo mismo. Creo que eso es, justamente, "dar testimonio": exponerse como "ejemplo" de que una creencia tiene sentido. Y él lo consiguió. Si hay una característica nítida de JPasquau es que al "rascar" en su vida y en sus escritos, al final siempre se atisba, ineludiblemente, a Dios. Por eso cuando leemos sus artículos siempre tenemos la impresión de que está orientado hacia "arriba", y acaba poniéndonos de puntillas.

Miguel Pasquau.